jueves, 29 de enero de 2015

Viernes de la tercera semana.

Viernes de la tercera semana. Marcos 4,26-34 "El reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en el tierra." La semilla crece en nosotros, p

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Viernes de la tercera semana.

Marcos 4,26-34

"El reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en el tierra."

La semilla crece en nosotros, pero es tan pequeña.. Sólo Dios puede dar fuerza a la debilidad y nosotros nos dispondremos a la fecundidad de esa semilla en nuestro espíritu, si sabemos decir que sí a la Palabra de Dios.

La Palabra lleva escondida en sí la dinámica vital; a veces esa fuerza de la Palabra golpea violentamente nuestro espíritu y fruto de ese golpe surge la vida, la vida eterna que lleva en su interior la Palabra de Dios.

Pero ordinariamente es precioso esperar las sucesivas etapas por las que deben pasar la Palabra de Dios, hasta que llegue a convertirse en vida.

Será precioso en primer lugar leer u oír la Palabra; luego conservar esa Palabra en nuestro interior, para meditarla con detención y en prefundida, tratando de descubrir todo su alcance y toda su potencialidad; finamente, llegará la etapa en la que habrá que convertir en vida esa Palabra, ya que éste su termino y su finalidad.

El Reino de Dios incluye en sí mismo un principio de desarrollo, una fuerza concreta, que lo llevará hasta su total perfección; pero ese desarrollo del Reino no es algo que deba realizarse preencendiendo de nosotros, sino que somos nosotros los que debemos poner las condiciones necesarias para que el Reino llegue a su total desarrollo en nosotros y en los demás.

"A sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo."

En repetidas ocasiones vemos en el Evangelio que Jesús abría el significado de las parábolas a sus discípulos, aclarándoles lo que para los demás permanecía oculto: es que el Señor trata con especial cuidado a los que llama para el apostolado, los adoctrina y les enseña con mayor cuidado; sabe el Señor el peso que gravita sobre los apóstoles, sobre sus profetas y así trata de ayudarlos a sobrellevar esa responsabilidad.

Seguramente nosotros también hemos sido anotados por el Señor en el número de sus apóstoles; entonces también con nosotros el Señor tendrá el especial cuidado y la paternal providencia para darnos a conocer su voluntad y pondrá en nuestras manos todos los medios necesarios para que podamos cumplir con nuestra vocación apostólica.

Repetidas veces se quejó el Corazón de Jesús a su confidente Santa Margarita de que Él tenia las manos llenas de sus gracias, pero que no hallaba quien estuviera dispuesto a recibirlas.

Inicia tú, si todavía no lo habías hecho, tu vida de íntima comunicación con el Corazón de Jesús; mantén estrechas relaciones con Él; comunícale tu interior; ábrele tu espíritu; no le guardes secretos. acostúmbrate a hablar con Él con sencillez, con confianza, volcando en Él todas tus preocupaciones, tus deseos, tus planes.

Vivencia.

La semilla crece por sí sola; en su interior lleva la fuerza que hace germinar. La semilla de la Palabra de Dios también por sí una fuerza vital; pero va a requerir de tu parte tu cuidado, tu colaboración. La Palabra de Dios, la inspiración del Espíritu Santo, las mociones de la gracia podrán comenzar por ser poca cosa en ti, pero si tú secundas esas inspiraciones y esos impulsos, que te llevan al bien y a la práctica de la virtud, podrán llegar a hacer de ti un hombre todo de Dios, un apóstol de Jesucristo. Deja que el Espíritu Santo obre e ti; Él tiene sus métodos y sus formas, algunas de ellas quizás algo dolorosas; no la rechaces, acéptalas y al final el Espíritu realizará en ti la obra maestra de la gracia, que tiempo Él va buscando.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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