domingo, 25 de enero de 2015

Lunes de la tercera semana.

Lunes de la tercera semana. Marcos 3,22- 30 "El que blasfeme contra el espíritu Santo no tendrá perdón jamás." Desde tu bautismo y tu confirmación

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Lunes de la tercera semana.

Marcos 3,22- 30

"El que blasfeme contra el espíritu Santo no tendrá perdón jamás."

Desde tu bautismo y tu confirmación llevas en ti al Espíritu Santo; tú también puedes afirmar que estás lleno del Espíritu Santo.

Quizás no has cobrado conciencia de esa presencia actualmente en ti del Espíritu de Dios. Toda inspiración para el bien es acción del Espíritu Santo en ti; todo deseo de perfeccionamiento es obra del Espíritu; toda ansia de propia superación es obra del Espíritu; todo arrepentimiento de tus faltas, todo propósito de corregirte de ellas, todo deseo de ser útil a tus hermanos; si te sientes con espíritu de servicio, o si sientes remordimiento por tu vida cómoda o egoísta, o si caes en la cuenta de tu egoísmo... todo eso y muchas otras cosas son obra del Espíritu en ti.

Pero has de tener cuidado de no ahogar el Espíritu, de no hacerlo infecundo, porque eso sería pecar, blasfemar contra el Espíritu Santo, y el que esto hace nunca se dispone para recibir el perdón.

Jesús domina como pecado contra el Espíritu Santo la oposición al mensaje de salvación, porque esa actitud lleva contigo una oposición a la misma salvación; de ahí que este pecado no se puede perdonar, por no ofrecer la base para el perdón, que es la penitencia o arrepentimiento y la aceptación de la salvación que se llama en el mensaje de Jesús.

Finalmente el Espíritu Santo es el amor del Padre y del Hijo; es substancialmente, personalmente, Amor.

Luego, todo lo que vaya contra el amor va directamente contra el Espíritu Santo; toda falta de amor es falta de Espíritu, todo lo que se trate de destruir el amor se orienta directamente a destruir el Espíritu Santo en nosotros.

El pecado contra el amor es pecado contra el Espíritu Santo y ese pecado no tiene perdón, pues para recibir el perdón hay que dejar de odiar, hay que comenzar a amar y cuando se ha comenzado a amar, ya nos hemos comenzado a alejar del pecado, ya nos hemos internado en el campo del amor, en el campo del Espíritu, ya no estamos contra el Espíritu, porque no estamos contra el amor.

Vivencia.

La defensa que de sí mismo hace el Señor contra las acusaciones que le dirigen sus enemigos, no puede ser ni más clara, ni más convincente: "Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una cosa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá mantenerse." La división siempre es obra del demonio, incluso cuando esa división se da en causas muy nobles y en comunidades muy dignas; promover, causar o mantener la división es apoyar y mantener la obra del demonio. Pídele al Señor que no seas tú nunca un elemento de división ninguna parte, ni en tu lugar, ni en tu Parroquia, ni en el Movimiento de apostolado laical en el que actúas, ni en la Iglesia local en cuya Pastoral estés inserto. Ser causa de división no es pecado mortal, es más que eso, porque es una actitud que produce males muy graves en la Iglesia de Dios y ante la misma sociedad. Todos debemos mantenernos en unión de fe y de caridad. La mantendremos perfectamente cuando estemos unidos a Dios por la oración, a los superiores por la obediencia, a los prójimos por la caridad.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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