Viernes de la primera semana.
Marcos 2, 1-12
"Él les anunciaba la Palabra."
Jesús no se guardó para sí la Palabra del Padre: fue extendiendo la Buena Noticia de parte de Jesús para comunicarla a los demás.
Toda decepción es amarga; pero la decepción que tu prójimo puede sufrir si tú no les das a Jesucristo, además de ser amarga, será de funestas consecuencias y tremenda responsabilidad para ti.
El profeta en el Antiguo Testamento profirió aquella queja: "Los niños pequeños piden pan y nadie se lo reparte" (Lam 4,4).
El mundo de hoy pide el pan de fe, el pan de la verdad, el pan del amor a Jesucristo; todos los que conoces, absolutamente todos están ansiosos, hambrientos de Jesucristo, y a todos les puedes llevar el conocimiento y el amor de Jesucristo.
"Quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios."
Tú también has visto y oído cosas maravillosas por la cuales debes convertirte en un vocero de la gloria de Dios; tu vida ha de ser un himno a la gloria de Dios.
Todas las cosas, dice el salmista, glorifican a Dios. ¿Cómo y por qué lo glorifican?
Porque cumplen con su misión, la misión que el Creador les señaló.
Tú dará gloria al Señor siempre y cuando cumplas la voluntad del Padre.
Las maravillas de Dios que has visto en ti y has oído que ha realizado en otros hermanos tuyos son numerosas y extraordinarias: la bondad de Dios, la sabiduría de Dios, el amor que el Padre celestial tiene a todos sus hijos, la Providencia amorosa del Padre, que todo lo ordena para el bien de sus hijos (ROM 8,28), y que lo ordena por caminos ocultos pero eficaces, la paciencia que tiene con nosotros cuando respondemos debidamente a su amor, ese amor que ha tenido contigo al esperarte tanto tiempo, hasta que lograste encontrarlo, conocerlo y entregarte Él.
¡Cuántos motivos tienes en tu vida, para alabar y glorificar al Señor!
Vivencia.
Señor, que sea tu portavoz, que sea tu micrófono y tu parlante, que sea apóstol y testigo con mi palabra y con el ejemplo de mi vida. Hoy tratará de hablar de Jesucristo al menos a tres personas y por la noche irás al Sagrario a hablar al Señor de esas tres personas y terminarás rezando el Salmo 135, agradeciendo el amor de Dios. Señor, bendito seas por tu bondad para con nosotros; bendito seas por el agua que nos refrescas, por los calores del verano y los fríos del invierno, por los frutos del otoño y los colores de la primavera. Bendito seas por el amor humano y el amor divino, por tu Cristo y tu Iglesia, por tu gracia y tus sacramentos, por habernos dado a Maria por Madre.
Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.
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