jueves, 15 de enero de 2015

Jueves de la 1ª semana de Tiempo Ordinario.

Jueves de la 1ª semana de Tiempo Ordinario. Autor: Archidiócesis de Madrid. Fuente: archimadrid.org PRIMERA LECTURA Animaos, los unos a los otros,

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Jueves de la 1ª semana de Tiempo Ordinario.

Autor: Archidiócesis de Madrid.
Fuente: archimadrid.org

PRIMERA LECTURA
Animaos, los unos a los otros, mientras dure este «hoy»
Lectura de la carta a los Hebreos 3, 7-14

Como dice el Espíritu Santo:

«Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis el corazón, como cuando la rebelión, cuando la prueba del desierto, donde me pusieron a prueba vuestros padres y me tentaron, a pesar de haber visto mis obras durante cuarenta años; por eso me indigné contra aquella generación, y dije: "Siempre tienen el corazón extraviado; no han conocido mis caminos, por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso."»

¡Atención, hermanos! Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo, que lo lleve a desertar del Dios vivo.

Animaos, por el contrario, los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy», para que ninguno de vosotros se endurezca, engañado por el pecado.

En efecto, somos partícipes de Cristo, si conservamos firme hasta el final la actitud del principio.
Palabra de Dios.

Sal 94, 6-7. 8-9. 10-11
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón.»

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R.

«Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."» R.

EVANGELIO
La lepra se la quitó y quedó limpio
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 40-45

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:

-«Si quieres, puedes limpiarme.»

Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo:

-«Quiero: queda limpio.»

La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.

Él lo despidió, encargándole severamente:

-«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu, purificación lo que mandó Moisés.»

Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a el de todas partes.

Palabra del Señor

Señor, si quieres…

Que gran lección nos da el leproso en el evangelio que la liturgia nos regala hoy. Deberíamos incluirle en la lista de los grandes maestros de espiritualidad. En este pasaje, con sólo 5 versículos, el evangelista San Marcos nos deja un precioso esquema de oración. ¡Con que maestría nos enseña a acercarnos a Jesús y sacarle el milagro!

Este leproso lo primero que hace es reconocerse enfermo. Esta el la clave inicial de toda oración, reconocer cual es mi debilidad, mi miseria para sacar rápidamente una conclusión: Estoy enfermo, ¡no tengo la solución de mis enfermedades! He de acudir al médico. Y así dar el siguiente paso, suplicarle de rodillas. Se trata del valor de la humildad en la oración.

Consiste en fijarme en lo que yo puedo y lo que el puede. Es mi Creador, yo soy criatura suya. Existo porque el me ama y quiere que exista. Todo de El lo he recibido.

Santa Teresa de Jesús, en su libro "Las Moradas" tiene textos preciosos sobre la Humildad. Dice allí la Santa:

Es cosa tan importante este conocernos… pues mientras estamos en esta tierra no hay cosa más importante que la humildad…. Y a mi parecer jamás nos acabamos de conocer, sino procuramos conocer a Dios; mirando su grandeza acudamos a nuestra bajeza, y mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad; considerando su humildad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes (I M 2,9). Humildad, humildad, por esta se deja vencer el Señor a cuanto de Él queremos. ( IV M 2,10)

Finalmente cuando habla de la séptima morada nos cuenta que para construir bien el castillo de la vida interior no hay otro cimiento que la oración (VII M 4, 9).

Es lo que hoy nos enseña el leproso, para entrar en la oración hay que entrar por la humildad. Esto siempre me recuerda a Basílica de la Natividad en Belén. Para evitar que entraran los soldados a caballo hicieron en la Edad Media una puerta muy pequeña. Esta puerta continúa hoy como la única puerta de acceso. Para entrar en la Basílica hay que agacharse. No hay otro modo de acceso. También nosotros hoy para poder entrar en el misterio de Jesús tenemos que agacharnos. Para entrar en la relación con Jesús no hay otra puerta ni otro cimiento que la humildad.

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