jueves, 29 de enero de 2015

Jueves de la tercera semana.

Jueves de la tercera semana. Marcos 4,21-25 "No hay nada oculto que no deba ser revelado." El cristiano es la luz y el mundo necesita de esa luz; e

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Jueves de la tercera semana.

Marcos 4,21-25

"No hay nada oculto que no deba ser revelado."

El cristiano es la luz y el mundo necesita de esa luz; el cristiano no debe pecar de exhibicionismo, no debe hacer las cosas buenas para que lo vean y lo alaben, o para conseguir prebendas o beneficios; esto lo censuró repetida y muy duramente el Señor Jesús a los fariseos.

Pero el cristiano no debe sentir miedo de ser visto; nada hay que arrastre tanto como el ejemplo y, en un mundo de corrupción donde solamente se valora el dinero o la habilidad para conseguirlo, el cristiano tiene que ser luz con su conducta.

Esa luz no la puede ocultar; el cristiano tiene sus principios, sus normas evangélicas y la luz de esos principios y de esas normas la ha de desparramar a su alrededor sin antipáticos alardes, pero sin miedos cobardes que anulan o inhiban.

Si Jesús tan repentinamente arenga a los suyos, diciéndoles que deben ser la luz del mundo, la levadura en la mesa y la sal de la tierra, ¿no será para que de esa forma el mundo reciba los beneficios de esa luz, de esa levadura, de esa sal?

"La medida con que midan, se usará para ustedes."

Esa norma que aquí nos señala Jesús, además de ser sumamente justa y equitativa, tiene una aplicación muy practica para nuestra vida cristiana.

Somos muy exigentes con los demás, muy severos con sus actos y su manera de obrar; le pedimos lo que nosotros no somos capaces de dar; suponemos en ellos intenciones y móviles que nunca ellos imaginaron, causando con esto frecuentes y graves disgustos a nuestro prójimo.

Por el contrario, así como somos tan exigentes con los demás somos de tolerantes con nosotros mismos; no sabemos disimular fácilmente; encontramos justificaciones para sincerar nuestra manera de proceder.

Jesús te señala la norma con que serás juzgado; si quieres indulgencia para ti, sé tú compasivo con los demás si quieres comprensión trata de entender a los demás; si quieres que te perdonen. comienza perdonando tú; si quieres ser amado, ama tú primero.

Vivencia.

El Señor Jesús termina su alocución con aquella su enigmática frase: "Si alguien tiene oídos para oír, que oiga". No dejes de pedir al Señor que te dé oídos para poder escuchar su Palabra, que siempre es Palabra que ilumina, Palabra que crea, Palabra que salva. Pídele al Señor que obra tus oídos y que abre tu corazón, pues la Palabra de Dios se percibe más con el corazón que con los oídos; se requiere un corazón limpio de pecado, desprendido de la materia, alejado de cualquier sensualidad que lo opaque; un corazón inclinado a la mansedumbre, un corazón que no se enfusque con las cosas de la tierra. Pídele a Jesús que te revele las cosas de Dios, que te haga comprender los secretos del Espíritu, que haga brillar en ti su divina luz y te dé a conocer la voluntad de Dios sobre ti y sobre tus cosas. Y pídele, finalmente, que no te contentes con oír, sino que llegues a vivir lo que su Palabra te manifiesta.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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