viernes, 9 de enero de 2015

9 de enero.

9 de enero.
Marcos 6,45-52
"Se retiró a la montaña a orar."
Aquí se nos pone delante un hecho que nos refleja el poder de Jesús sobre los elementos de la naturaleza y, al expresar este poder, Jesús se revela como Dios al que todas las cosas están sujetas; este milagro de Jesús no es más que un signo de su divinidad.
Jesús, después de la multiplicación de los panes, despidió a la gente y aun se apartó de sus discípulos y "se retiró a la montaña a orar"; claro ejemplo para ti, que quizás descuidas oración; atareado con tantas cosas, preocupado por tantos problemas, tironeado por aquí y por allí con interminables tensiones, te preocupas de todo, menos de orar.
Jesús te da el ejemplo: hay tiempo para el trabajo, para el apostolado, pero debe haber tiempo para la oración; hay tiempo para tratar con la gente aun con motivaciones apostólicas o de evangelización, pero también debe haber tiempo suficiente para tratar a solas con Dios.
Ya se ha dicho con verdad que el que no trata con Dios en la oración, no tiene nada que decir a los hombres; y también se nos recuerda que, antes de hablar a los hombres de Dios, es preciso hablar de los hombres.
En ciertos casos las cosas no salen bien, no tanto porque no se hace lo suficiente, cuando porque a la acción no unimos la oración, al menos la suficiente oración.
"Tranquilícense, soy yo no teman."
Una tentación que suele aquejarnos en determinadas ocasiones es la del desaliento: cuando las cosas no salen bien, cuando se cumplen nuestros deseos que juzgamos muy legítimos, cuando salen al paso dificultades y obstáculos de toda clase, cuando no parece que no somos aceptados por los demás, al menos en la amplitud que a nosotros nos parece merecer; otras veces simplemente cuando nada nos pasa, pero se apodera de nosotros el pesimismo, la desazón, el descontento, que ni nosotros mismos no sabemos explicar.
En estos casos todo cambia de color, los horizontes se oscurecen, el ánimo se abate, las fuerzas nos dejan; es entonces más que nunca, cuando debemos acudir a la oración.
Vivencia:
Suele decirse que la oración es la debilidad de Dios y la omnipotencia del hombre; y todo esto porque con la oración todo consigue de Dios, que no puede resistirse a la petición de sus hijos los hombres.
Pero si has de emplear la oración para conseguir de Dios lo que necesitas, también debes emplearla para que Dios consiga de ti lo que Él te pide, quiero que la oración debe ser un medio para conseguir estar siempre y en todo dispuesto a lo que se cumpla en ti la voluntad de Dios, los planes de santificación que Dios tiene sobre ti.
Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.
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