9 de enero.
Marcos 6,45-52
"Se retiró a la montaña a orar."
Aquí
se nos pone delante un hecho que nos refleja el poder de Jesús sobre
los elementos de la naturaleza y, al expresar este poder, Jesús se
revela como Dios al que todas las cosas están sujetas; este milagro de
Jesús no es más que un signo de su divinidad.
Jesús,
después de la multiplicación de los panes, despidió a la gente y aun se
apartó de sus discípulos y "se retiró a la montaña a orar"; claro
ejemplo para ti, que quizás descuidas oración; atareado con tantas
cosas, preocupado por tantos problemas, tironeado por aquí y por allí
con interminables tensiones, te preocupas de todo, menos de orar.
Jesús
te da el ejemplo: hay tiempo para el trabajo, para el apostolado, pero
debe haber tiempo para la oración; hay tiempo para tratar con la gente
aun con motivaciones apostólicas o de evangelización, pero también debe
haber tiempo suficiente para tratar a solas con Dios.
Ya
se ha dicho con verdad que el que no trata con Dios en la oración, no
tiene nada que decir a los hombres; y también se nos recuerda que, antes
de hablar a los hombres de Dios, es preciso hablar de los hombres.
En
ciertos casos las cosas no salen bien, no tanto porque no se hace lo
suficiente, cuando porque a la acción no unimos la oración, al menos la
suficiente oración.
"Tranquilícense, soy yo no teman."
Una
tentación que suele aquejarnos en determinadas ocasiones es la del
desaliento: cuando las cosas no salen bien, cuando se cumplen nuestros
deseos que juzgamos muy legítimos, cuando salen al paso dificultades y
obstáculos de toda clase, cuando no parece que no somos aceptados por
los demás, al menos en la amplitud que a nosotros nos parece merecer;
otras veces simplemente cuando nada nos pasa, pero se apodera de
nosotros el pesimismo, la desazón, el descontento, que ni nosotros
mismos no sabemos explicar.
En
estos casos todo cambia de color, los horizontes se oscurecen, el ánimo
se abate, las fuerzas nos dejan; es entonces más que nunca, cuando
debemos acudir a la oración.
Vivencia:
Suele
decirse que la oración es la debilidad de Dios y la omnipotencia del
hombre; y todo esto porque con la oración todo consigue de Dios, que no
puede resistirse a la petición de sus hijos los hombres.
Pero
si has de emplear la oración para conseguir de Dios lo que necesitas,
también debes emplearla para que Dios consiga de ti lo que Él te pide,
quiero que la oración debe ser un medio para conseguir estar siempre y
en todo dispuesto a lo que se cumpla en ti la voluntad de Dios, los
planes de santificación que Dios tiene sobre ti.
Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.
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