jueves, 20 de noviembre de 2014

Viernes de la trigésimo tercera semana.

Pan y Vida se fundó para llevar consuelo, alivio, en tantos momentos difíciles que pasamos a diario ayúdenos a seguir http://bit.ly/1uVrtQZ Viernes d

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Pan y Vida se fundó para llevar consuelo, alivio, en tantos momentos difíciles que pasamos a diario ayúdenos a seguir http://bit.ly/1uVrtQZ

Viernes de la trigésimo tercera semana.

Lucas 19,45-48

"Mi casa será casa de oración."

Para facilitar el cambio de moneda a los judíos que venían de la Diáspora al Templo del Señor, y para que pudieran pagar los impuestos en moneda del Templo, estaban cambistas; y luego se extendió el acceso a los mercaderes que, en los lugares autorizados, vendían las victimas que se adquirían, para luego ofrecerlas en el Templo, ya que en la fiesta de Pascua todo israelita debía ofrecer un sacrificio consiente en un buey, (o una oveja los ricos, o una paloma los pobres); además todo israelita, cumpliendo veinte años, debía pagar anualmente al Templo medio ciclo.

Jesucristo, al ver aquel espectáculo, hizo un látigo con las cuerdas y expulsó a los comerciantes y a los que compraban.

Este texto del Evangelio nos enseña que el templo, cada de Dios, lugar especial morada, es un lugar donde Él desea ser adorado y reverenciado de un modo particular, dada su especial presencia en él.

Los antiguos vendedores el tiempo de Jesús profanaron el templo y merecieron ser reprendidos y castigados por Jesús; pero los cristianos de hoy con la poca frecuencia merecían igual trato con parecida indignación por las profanaciones de la casa de Dios, cuando se convierte el mercado en feria, o se toma como salón de reuniones o de fiestas, adoptando actitudes indignas de la casa de Dios, estando en el templo de cualquier forma menos con el respeto, la reverencia y el silencio que exige la presencia de Dios, que todo cristiano sabe y cree que está un modo especial en el Sagrario.

El templo es la casa de Dios y por lo mismo "es casa de oración", adonde se va expresamente para orar y escuchar la Palabra de Dios. Esto exige nuestra devoción, respeto y silencio.

"Todo el pueblo lo escuchaba, y estaba pendiente de sus palabras.'

Jesucristo se dedicó a enseñar a la gente su nueva doctrina evangélica y por eso aprovechaba todas las oportunidades que se le presentaban y hablaba, aunque lo que decía exacerbaba los ánimos de sus enemigos.

Todo cristiano debe estar pendiente de los labios de Jesús; las palabras de Jesús han de ser para él el alimento más nutritivo, la fuerza más eficiente, la luz más iluminadora.

Las palabras de Jesús se hallan en el santo Evangelio; de ahí que el cristiano no debe haber libro más leído, más conocido, mejor editado -para poder llegar a ser el libro más vivido- que el santo Evangelio; como libro cabecera, ha de ser leído no de modo mesiánico, por la mera costumbre.

Has de ir al Evangelio como la fuente de la salud y la vida en la que bebas las aguas cristalinas de la verdad y como a la fragua en la que siempre hallaras encendido en su mayor intensidad el fuego del amor de Dios y del prójimo.

También suelen llegar hacia ti las palabras de Jesús en las homilías de la misa y en otras proclamaciones de la Palabra de Dios con motivo de la administración de algún sacramento o sacramental, o en distintas reuniones de la comunidad eclesial. En todas esas oportunidades debes escuchar la Palabra de Dios no con disposiciones meramente humanas, sino con un autentico espíritu de fe; no mirando tanto al sacerdote o profeta que transmite el mensaje, como aquel Señor en cuyo Nombre habla el profeta y cuyo mensaje se te transmite.

Vivencia:

No debes olvidar hoy que la casa de la oración es el templo, no solamente porque cuando vas y estás en el templo ha de ser para rezar, sino también porque el deseo de rezar te debe inclinar a buscar el templo como ambiente más propicio para tu oración, tanto más porque en el templo es donde se realiza la Eucaristía, que es la máxima oración.

El templo ha de ser tu segunda casa, la que más frecuentes, en la que más tranquilo te halles, en la que recibas mayor iluminación para tus problemas y proyectos.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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