miércoles, 19 de noviembre de 2014

Miércoles de la trigésimo tercera semana.

Miércoles de la trigésimo tercera semana.

Lucas 19-11-28

"Hagamos producir hasta que vuelva."

La parábola de las minas es la misma que la de los talentos de San Mateo; la mina era una unidad monetaria griega; el talento era más bien moneda hebrea; San Mateo pone la moneda tipo Oriente: del denario.

Con esta parábola nos quiere enseñar Jesús que el tiempo de su ausencia hasta que vuelva en la Parusia no es tiempo de descanso o de inacción, sino es tiempo de trabajo y de actividad en orden a construir el Reino de Dios.

El Señor adorna a sus discípulos de distinta clase de cualidades y talentos; los pone en ellos para que se entreguen a un trabajo eficiente y duradero, apartándose del mal y practicando el bien en todas las cosas.

Aquellos discípulos del Señor, que utilicen los talentos recibidos y se dediquen a realizar buenas obras, serán premiados por el Señor cada uno según sus meritos, según su trabajo; pero los que no hayan empleado para el bien su tiempo y sus cualidades serán inexorablemente castigados.

Toda la parábola tiene un sentido escatológico universal; tres ideas fundamentales hay en ella:

-Jesús ha de irse por un periodo indeterminado;

-entregando los discípulos quedan en estado de prueba, de trabajo y de merecimiento;

-Jesús ha de volver para hacer justicia; a cada uno se le dará según sus meritos.

"Te juzgo por tus propias palabras."

El tercer siervo guardó cuidadosamente el dinero recibido y no negoció con él por temor de perderlo; fue castigado por su falta de diligencia, por su pereza y mala voluntad.

Es verdad que no todos recibimos el mismo capital, sino cada uno el que Dios quiere darle; pero también es cierto, que no todos conseguimos la misma ganancia; este detalle demuestra que la gracia de Dios produce distintos frutos en nosotros según nuestra correspondencia. Una correspondencia generosa es causa de un fruto extraordinario y de un merito excepcional. Cuántos que recibieron menos, serán los muchos más grandes en el cielo que otros que recibieron más.

Por eso no debemos preocuparnos tanto por lo que hemos recibido, sabiendo que siempre será más de lo que merecemos, cuanto por nuestra respuesta personal, por nuestra generosidad en la correspondencia a las gracias recibidas.

Entendemos bien: el fruto de nuestras obras no es nuestro, sino que es de Dios, viene de Dios, es dado por Dios, el fruto se debe total y absolutamente a la gracia de Dios; pero es nuestro trabajo y esfuerzo personal es un a condición que el Señor  exige para que Él dé fruto. De ahí que nosotros nos podamos vanagloriarnos o envanecernos del fruto que con nuestro trabajo apostólico se haya podido conseguir.

"Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará aun lo que tiene."


En el campo del espíritu el que tiene recibe y el que más tiene más recibe. La correspondencia a la gracia que tenemos, hace que aumente en nosotros más y más gracia, mientras que el que posee poca gracia, si no se esfuerza por conservarla y aumentarla, aun irá perdiendo la poca gracia que tenia.

Si perdiste la gracia, no le atribuyas la culpa a Dios sino a ti mismo, a tu poco cuidado, a tu poca dedicación.

Comprende ahora el empeño que debes poner en seguir las buenas inspiraciones, los santos impulsos para la practica del bien, los rectos propósitos que formulas y las santas resoluciones que tomas; la atención que debes prestar a las voces que debes recibir de personas que quieren tu bien, o que puedas leer en estas líneas u otros libros escritos para tu bien.

Vivencia:

Indudablemente que corresponder a la gracia de Dios supone esfuerzo y sacrificios; pero muy bien pagados están por el premio que el Señor tiene reservado para sus fieles.

Nunca Dios se quedó corto, cuando se trató de remunerar a sus hijos, de llenarlos de gracia, de potenciarlos más y más para nuevos y mayores actos de correspondencia a sus gracias.

"Al que tiene se le dará", nos advierte el Evangelio.

Y al que más gracia tiene, más gracia se le dará, a fin de que se pueda realizar nuevos y mayores actos de gracia salvadora ya en sí, ya en los demás.

Examínate para ver si tu correspondencia a la gracia corre pareja con la gracia recibida y no olvides las palabras de Jesús, que trae San Lucas: "Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho." (Lc12,48).

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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