martes, 4 de noviembre de 2014

Martes de la trigésima primera semana.

Pan y Vida se fundó para llevar consuelo, alivio, en tantos momentos difíciles que pasamos a diario ayúdenos a seguir http://bit.ly/1uVrtQZ

Martes de la trigésima primera semana.

Lucas 14,15-24

"Dichoso el que se siente a la mesa en el Reino de Dios."

Todos estamos invitados al banquete del Reino de Dios; todos sin excepción; todos tenemos hambre y sed de justicia, hambre y sed de felicidad y sed de Dios.

Y esa hambre de Dios y esa sed no se pueden calmar en nosotros con ninguna cosa creada.

Jesús en el Evangelio de hoy promete los goces del Reino de Dios y con esos goces te promete calma en tus ansiedades, tranquilidad en tus inquietudes y paz en tus amarguras.

Lainvitacion del Señor es para que participes de tus banquete y esa invitación llega rápidamente a ti por mil diversos medios.

El convite a que se refiere este texto es primeramente el Reino de Dios, al que con frecuencia se lo compara con un suntuoso banquete y este sentido primario lo expresa Jesús, cuando dice que "es dichoso el que se siente a la mesa en el Reino de Dios", que vale tanto como decir que es dichoso el que llegue a poseer en sí el Reino de Dios que es Reino de justicia, de verdad, de amor y paz.

Pero en un sentido secundario ese banquete se refiere al banquete eucarístico; asistiendo y tomando parte en el mismo, de dispone el hombre para el otro banquete del Reino de Dios.

Así lo dice expresamente el mismo Señor Jesús cuando afirma: "Les asegura que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes; el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna" (Jn 6,53-54).

Realmente este banquete eucarístico es un gran banquete:

-grande por la dignidad del que te invita, que es nada menos que Dios mismo, Jesucristo nuestro Redentor y Salvador;

-grande por el número de invitados, ya que él son llamados todos los hombres de buen corazón; nadie queda excluido de este banquete por su pobreza, por su poca cultura, por su condición humilde; antes bien los grandes y poderosos deben humillarse y hacerse pobres y sencillos de corazón, para merecer que los admita en este banquete;

-grande por los defectos que produce: aumenta la gracia divina, purifica el alma de sus pecados, la preserva de nuevas caídas prepara el hombre que comulga para la vida eterna.

"Ninguna de aquellas invitados probará mi cena."

La invitación ha sido hecha por Dios a todos los hombres de voluntad y de limpio corazón; el Señor ha demostrado su infinita genocida, no limitándola a unos u otros.

Pero los cristianos no hemos sido tan generosos en acudir a este banquete como el Padre celestial e invitarnos. Son muchos los que banales pretextos se excusan de asistir.

"He comprado un campo y tengo que ir a verlo"; son los negocios, el apego extremado e incontrolado a los bienes de este mundo.

"He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas". Se tiene tiempo para todo, pero no se tiene tiempo para dedicarlo al espíritu; se cumplan las obligaciones personales, laborales y sociales, es decir, se está al día con todo t con todos, menos con Dios.

Para orar no hay tiempo; para rezarle el Rosario a la Virgen no hay tiempo; para ofrecerle al santo sacrificio eucarístico y comulgar no hay tiempo; para dedicar unos momentos diarios a la meditación de las cosas referentes al Reino de Dios no hay tiempo, aunque haya tiempo para lecturas insustanciales y frívolas, para la lectura del diario, para ver hasta la última serie Televisa, aunque se pierda cada día preciosos minutos en conversaciones vacías y sin ningún significativo con los vecinos. conocidos o amigos; aunque infaltablemente cada día se dediquen religiosa y escrupulosamente sus buenos minutos para tomar algunos cafés, mientras se despotrica contra la política, la conducción económica o nacional y cien y mil otros temas.

Vivencia:

No te entregues desmedidamente a las cosas de la tierra, no sea que vayas pediendo el gusto por las cosas celestiales, no desprecies los dones de Dios y los bienes del Reino, no sea que te sean quitados y no te sean devueltos.

Mira que cuando se pierde el gusto por los bienes celestiales, por los goces del espíritu, comienzan a cobrar ardor las pasiones y se multiplican los pecados en la vida del hombre.

Cuando el hombre no se dedica sus energías y sus esfuerzos y su tiempo a las cosas del espíritu, termina dedicándolas infaliblemente a las cosas temporales.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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