martes, 11 de noviembre de 2014

Miércoles de la trigésima segunda semana.

Miércoles de la trigésima segunda semana. Lucas 17,11-19 "Jesús maestro, ten compasión de nosotros." En el relato de este texto del Evangelio se no

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Miércoles de la trigésima segunda semana.

Lucas 17,11-19

"Jesús maestro, ten compasión de nosotros."

En el relato de este texto del Evangelio se nos enseña las disposiciones que exige la oración, para que pueda conseguir lo que pide; compasión, perseverancia, gratitud:

-compasión o dolor del pecado cometido; mal puede uno ponerse en actitud de oración, si precisamente no se arrepiente de haber ofendido y disgustado a aquel Señor ante el que ahora se presenta, para pedirle sus favores;

-perseverancia, pues no basta pedir una o varias veces; es preciso insistir en la oración; el perseverar en la oración es claro argumento, que nos convence de que siempre estamos dependiendo de Dios;

gratitud, ya que la gratitud es la llave que abre el Corazón de Dios y lo inclina a la concesión de nuevas gracias y favores.

Le salen al encuentro diez leprosos; los leprosos eran impuros legalmente y por eso estaban excluidos del trato de los demás hombres.

Tenían que vivir alejados de los pueblos, ordinariamente a las puertas de las ciudades y fuera de la aldeas, en cuevas o viviendas propias dispuestas en el campo o en las laderas de los montes; tenían obligación de andar con el vestido rasgado en el pecho, para que pudiera ver su enfermedad, y si se les acercaban algún transeúnte, debían gritar que eran impuros, para denunciarse a sí mismos.

Aquel grito angustioso pero al mismo tiempo confiado: "Jesús el Maestro, ten compasión de nosotros", debe ser repetido constantemente por ti en las variadas circunstancias: en los momentos de tentación, "Jesús el maestro, ten compasión de mí"; en los días de soledad e incomprensión, "Jesús el Maestro, ten compasión de mí"; cuando el dolor atenace tus carnes o muerda tu espíritu, "Jesús Maestro, ten compasión de mí"; y cuando veas que desde lo intimo de tu corazón y con la mayor frecuencia posible, "Jesús Maestro, ten compasión de mí".

"Levántate y vete; tu fe te ha salvado."

En realidad los leprosos hicieron un acto de fe en Jesús; cuando Él les mando a presentarse a los sacerdotes, ellos inmediatamente se pusieron en camino, haciéndole caso y obedeciendo al mandato recibido, cuando premio de aquella fe y del aquel acto de sumisión mientras iban, quedaron limpios de la lepra, se sintieron curados de su mal.

Pero hay uno de ellos que es samaritano y éste, al sentirse curado, experimenta la necesidad de dar gloria a Dios por el favor recibido, vuelve hacia Jesús, se postra delante de Él, expresando así su gratitud; la redacción evangélica es suficiente clara: "Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándoles gracias; era un samaritano".

También a ti hoy te dice Jesús: "Levántate, emprende tu camino, no te quedes en la inacción, adelanta cada día en tu perfeccionamiento espiritual, no te contentes con el ser el que ya eres, aspira a más, siempre más y siempre mejor"

Vivencia:

"Gracias, Señor, por haber querido que entre los infinitos seres posibles haya llegado precisamente yo al umbral de la vida, para gozar de sus sonrisas y lagrimas, cuando tantos otros, por obra de la ciega naturaleza o de libre opción de sus padres, no verán jamás la luz del día. Gracias, Señor, por esa constelación de gracias que se ha ido sumando a lo largo de mi existencia, desde el agua fresca y el rayo de sol, hasta el don de la fe, la esperanza y el amor, que me constituyen el hijo tuyo.

Gracias por todo lo que considero bienes y especialmente por lo que me parecen males, pues para los que te aman "todo constituye a su bien" (Rom 8,28).

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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