Lunes de la trigésimo cuarta semana.
Lucas 21,1-4
"Dio todo lo que tenia que vivir."
En
el atrio de las mujeres se encontraba la oficina del tesoro del Templo
con sus trece buzones para depositar las limosnas; las ofrendas
voluntarias se daban primero en las manos de un sacerdote, que las
echaba en un buzón particular y así se podía ver lo que cada uno daba.
Los
demás donantes, por mucho que ofrecieran, no dieron tanto como la pobra
viuda, pues ellos dieron de "lo que les sobraba, mientras que ella dio
todo lo que tenia para vivir".
Esta es la actitud que alaba Jesús: la disposición del espíritu de la viuda; y por eso la propone como modelo a los demás.
Recuerda
que la limosna es un medio de purificar la propia conciencia de los
pecados cometidos; dar limosnas es, pues, una cosa buena, aunque si se
la da por ostentación o por ganas de llamar la atención y merecer las
alabanzas de los hombres, no es virtud, sino defecto.
Darla
con verdadero espíritu de caridad y compasión es una virtud que tiene
merito delante de Dios; el merito de la limosna depende del amor con que
se ofrece; cuanto mayor sea el amor, mayor será el merito de la
limosna.
Deberá
el cristiano preocuparse de su futuro de los suyos, pero no deberá
hacerlo ansiosamente, sino siempre teniendo presente la amorosa
Providencia del Padre celestial.
El
cristiano para todas sus cosas y en todas sus horas deberá buscar su
apoyo en Dios y solamente e Dios y en su Palabra; Palabra que nunca
puede fallar y que da hecho nunca falla para sus hijos.
Aquí
vemos otra enseñanza: Dios no se fija tanto en la cantidad de lo que
ofrecemos, sino más bien en la intensidad de amor con que se lo
prestamos.
Lo
que pesa en la ofrenda a Dios es el corazón, no la simple materialidad
de una ofrenda, como era la ostentación de las ofrendas farisaicas.
Por
eso Él no mira lo que ofrecemos, pero sí se fija en el amor con que se
lo ofrecemos, como Jesús no se fijó en la cantidad que ofreció la pobre
viuda, sino en la generosidad de su donación, de su corazón, que se
entregó del todo.
No
está mal que los laicos cristianos recuerden su obligación de mantener
culto. En nada mejor se puede emplear dinero que en procurar la gloria
de Dios y en atender a las necesidades del culto; esto es una obligación
y es una ley, que no se puede olvidar.
Vivencia:
La
ofrenda de la viuda puede hacerte reflexionar que hasta el presente en
la mayoría de los casos, cuando tú te has puestos orar al Señor, ha sido
para pedirle algo y en muy contadas ocasiones para darle algo.
No
pienses que a Dios nada se le puede dar porque ya lo tiene todo, ni
pienses tampoco que tú eres pobre y poca cosa, que nada puedes dar;
ambas posiciones son inexactas.
Ofrece
también al Señor la entrega diaria de tu actividad poniéndola bajo el
auspicio divino y al servicio de los hombres; no te olvides que dice
Jesús: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de
mis hermanos, conmigo lo hicieron" (Mt 25,40).
Revisa,
pues, la tradicional costumbre cristiana del diario ofreciendo de obras
y mira no sólo si lo realizas, sino con qué espiritu lo realizas.
Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.
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