lunes, 24 de noviembre de 2014

Lunes de la trigésimo cuarta semana.

Lunes de la trigésimo cuarta semana.
Lucas 21,1-4
"Dio todo lo que tenia que vivir."
En el atrio de las mujeres se encontraba la oficina del tesoro del Templo con sus trece buzones para depositar las limosnas; las ofrendas voluntarias se daban primero en las manos de un sacerdote, que las echaba en un buzón particular y así se podía ver lo que cada uno daba.
Los demás donantes, por mucho que ofrecieran, no dieron tanto como la pobra viuda, pues ellos dieron de "lo que les sobraba, mientras que ella dio todo lo que tenia para vivir".
Esta es la actitud que alaba Jesús: la disposición del espíritu de la viuda; y por eso la propone como modelo a los demás.
Recuerda que la limosna es un medio de purificar la propia conciencia de los pecados cometidos; dar limosnas es, pues, una cosa buena, aunque si se la da por ostentación o por ganas de llamar la atención y merecer las alabanzas de los hombres, no es virtud, sino defecto.
Darla con verdadero espíritu de caridad y compasión es una virtud que tiene merito delante de Dios; el merito de la limosna depende del amor con que se ofrece; cuanto mayor sea el amor, mayor será el merito de la limosna.
Deberá el cristiano preocuparse de su futuro de los suyos, pero no deberá hacerlo ansiosamente, sino siempre teniendo presente la amorosa Providencia del Padre celestial.
El cristiano para todas sus cosas y en todas sus horas deberá buscar su apoyo en Dios y solamente e Dios y en su Palabra; Palabra que nunca puede fallar y que da hecho nunca falla para sus hijos.
Aquí vemos otra enseñanza: Dios no se fija tanto en la cantidad de lo que ofrecemos, sino más bien en la intensidad de amor con que se lo prestamos.
Lo que pesa en la ofrenda a Dios es el corazón, no la simple materialidad de una ofrenda, como era la ostentación de las ofrendas farisaicas.
Por eso Él no mira lo que ofrecemos, pero sí se fija en el amor con que se lo ofrecemos, como Jesús no se fijó en la cantidad que ofreció la pobre viuda, sino en la generosidad de su donación, de su corazón, que se entregó del todo.
No está mal que los laicos cristianos recuerden su obligación de mantener culto. En nada mejor se puede emplear dinero que en procurar la gloria de Dios y en atender a las necesidades del culto; esto es una obligación y es una ley, que no se puede olvidar.
Vivencia:
La ofrenda de la viuda puede hacerte reflexionar que hasta el presente en la mayoría de los casos, cuando tú te has puestos orar al Señor, ha sido para pedirle algo y en muy contadas ocasiones para darle algo.
No pienses que a Dios nada se le puede dar porque ya lo tiene todo, ni pienses tampoco que tú eres pobre y poca cosa, que nada puedes dar; ambas posiciones son inexactas.
Ofrece también al Señor la entrega diaria de tu actividad poniéndola bajo el auspicio divino y al servicio de los hombres; no te olvides que dice Jesús: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo hicieron" (Mt 25,40).
Revisa, pues, la tradicional costumbre cristiana del diario ofreciendo de obras y mira no sólo si lo realizas, sino con qué espiritu lo realizas.
Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.
Los libros de esta colección puedes comprarlos haciendo clic aquí:
www.editorialclaretiana.com.ar

No hay comentarios:

Publicar un comentario