Viernes de la cuarta semana.
Marcos 6,14-29
"Al enterarse sus discípulos.... lo sepultaron."
En este texto se nos narra la muerte del Precursor del Señor, Juan el Bautista.
Se
nos habla primeramente de su vida, se nos afirma que Juan era "Hombre
justo y santo"; que Juan había sido hecho prisionero por Herodes, por
ser fiel a su misión profética de denunciar el mal y la violación de la
ley dondequiera estuviera, aun en las altas esferas del gobierno.
Juan
echa en cara a Herodes su pecado y lo hace con alegría y con gran
entereza; la palabra de Juan levantaba los remordimientos en aquella
conciencia endurecida.
Aquel
apostrofe del Bautista al adultero Herodes: "No te es licito tener a la
mujer de tu hermano", sigue resonando hoy múltiples y variados sentidos
y niveles, condenando al mundo por injusticia, por la inmoralidad, pues
su deshonestidad profesional, por su avaricia del dinero mal habido,
por su egoísmo.
Jesús
nos enseña la libertad y entereza que ha de tender el apóstol, para
corregir el mal y el pecado sin miras humanas, aunque por decir la
verdad sea perseguido, molestado, calumniado; ha de dar testimonio de la
verdad, aunque le cuesten la vida.
Pero
aquí surge lo serio en realidad: tú como bautizado, como cristiano
comprometido y consagrado, estás llamado a ser ese profeta que al mundo
corrompido y corruptor le grite el anuncio de la justicia, la moralidad,
del derecho y los demás valores del Reino.
¿Puedes
decir con verdad que eres profeta y te muestras como tan en tu trabajo,
en tu oficina, en tu profesión, antes tus amistades, ante tus
conocimientos, antes tus clientes o subalternos, ante cualquiera que
acude a ti?
Vivencia:
Juan
el Bautista fue el precursor del Señor no solamente con su Palabra,
sino también con su vida y con su muerte; consumó su vida en servicio a
las exigencias del plan de Dios; el servicio al plan de Dios impone
dedicación total y entrega de la propia vida, si es preciso.
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