viernes, 6 de febrero de 2015

Viernes de la cuarta semana.

Viernes de la cuarta semana.
Marcos 6,14-29
"Al enterarse sus discípulos.... lo sepultaron."
En este texto se nos narra la muerte del Precursor del Señor, Juan el Bautista.
Se nos habla primeramente de su vida, se nos afirma que Juan era "Hombre justo y santo"; que Juan había sido hecho prisionero por Herodes, por ser fiel a su misión profética de denunciar el mal y la violación de la ley dondequiera estuviera, aun en las altas esferas del gobierno.
Juan echa en cara a Herodes su pecado y lo hace con alegría y con gran entereza; la palabra de Juan levantaba los remordimientos en aquella conciencia endurecida.
Aquel apostrofe del Bautista al adultero Herodes: "No te es licito tener a la mujer de tu hermano", sigue resonando hoy múltiples y variados sentidos y niveles, condenando al mundo por injusticia, por la inmoralidad, pues su deshonestidad profesional, por su avaricia del dinero mal habido, por su egoísmo.
Jesús nos enseña la libertad y entereza que ha de tender el apóstol, para corregir el mal y el pecado sin miras humanas, aunque por decir la verdad sea perseguido, molestado, calumniado; ha de dar testimonio de la verdad, aunque le cuesten la vida.
Pero aquí surge lo serio en realidad: tú como bautizado, como cristiano comprometido y consagrado, estás llamado a ser ese profeta que al mundo corrompido y corruptor le grite el anuncio de la justicia, la moralidad, del derecho y los demás valores del Reino.
¿Puedes decir con verdad que eres profeta y te muestras como tan en tu trabajo, en tu oficina, en tu profesión, antes tus amistades, ante tus conocimientos, antes tus clientes o subalternos, ante cualquiera que acude a ti?
Vivencia:
Juan el Bautista fue el precursor del Señor no solamente con su Palabra, sino también con su vida y con su muerte; consumó su vida en servicio a las exigencias del plan de Dios; el servicio al plan de Dios impone dedicación total y entrega de la propia vida, si es preciso.

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