viernes, 6 de febrero de 2015

Sábado de la cuarta semana.

Sábado de la cuarta semana. Marcos 6, 30-34 "Vengan ustedes solos a un lugar solitario, para descansar un poco." Quizá en pocas circunstancias como

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Sábado de la cuarta semana.

Marcos 6, 30-34

"Vengan ustedes solos a un lugar solitario, para descansar un poco."

Quizá en pocas circunstancias como la que está pasando el mundo de hoy sea necesario detenerse unos momentos para reflexionar.

La agitación de una vida desenfrenada, la angustia de una situación mundial imposible de desconocer y de escapar a ella; la opresión de tantos problemas como surgen a diario a nuestro alrededor; la vertiginosa rapidez con que se suceden las noticias de una u otra parte del mundo; las situaciones tensionantes que se crean aquí y allí en las distintas naciones y aun adentro de una misma nación; la carrera desenfrenada de asuntos; problemas, noticias, novedades, cambios; la angustia creada por los diversos sucesos trasmitidos por los medios de comunicación social; el atrevimiento de la radio y la TV que invaden los recintos más sagrados de la vida privada y familiar; las intrigas y los intereses que condicionan la humana actividad.

Todo esto y otras cosas semejantes nos están arrastrando en su vorágine y no nos permiten detenernos a pensar seriamente a tu alrededor.

Retírate a tu soledad interior, pues allí escucharas la voz de Dios; Él siempre está presente en tu interior y a Él lo puedes encontrar en todo: en las luces del alba y en los colores del atardecer, cuando todo duerme en el silencio de la noche y cuando todo se agita con el ritmo del día; en el silencio cargado de respeto que respiras en el templo y en la apartada soledad de tu dormitorio; en lo más intimo de tu ser, que canta o que llora y en las demás criaturas, que gritan por su Creador.

En la soledad, encontraras a Dios si lo has perdido y lo gozas, si ya lo estás viviendo.

"Vio un gran muchedumbre y se compadeció de ella."

Uno de los rasgos distintivos del Corazón de Jesús, que aparece magníficamente en todas las páginas del Evangelio, es compasión y misericordia por los pobres materiales y espirituales.

Al ver aquella gente abandonada, sin pastores que le enseñan las verdades que necesitan para su alma, se compadece de ella y prefiere que sus apóstoles se queden sin el descanso que necesitan, antes que abandonarlas.

Este ha de ser también el rasgo distintivo del corazón del apóstol. Un corazón verdaderamente apostólico no puede permanecer indiferente ante las necesidades espirituales de los hombres. Ni cree que es razón suficiente el procurarse del descanso que necesita para dejar de hacerles el bien que ellas mismas están pidiendo y necesitando.

Mira a tu alrededor y verás cuántos hay necesitados de Dios, de alguien que les habla de Dios, que se le dé el Pan de la divina Palabra.

Vivencia:

Jesús sintió compasión de la gente que tenía hambre: hambre de pan y hombre de justicia y de verdad.

Tú debes sentir compasión de todos y tu compasión no ha de ser sentimental, sino que ha de expresarse en los esfuerzos que hagas para dar el pan al hombre hambriento, pero también para presentar al rico los bienes espirituales de que carece.

Sé compasivo de todos los que tiene alguna necesitad de orden material o espiritual, personal o familiar y acude a socorrer todas las necesidades que estén a tu alcance, pero no olvides de que el hambre de pan retuerce el estomago y el hambre de Dios retuerce el espíritu.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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