martes, 10 de febrero de 2015

Miércoles de la quinta semana.

Miércoles de la quinta semana. Marcos 7,14-23 "Lo que se hace impuro al hombre es lo que sale de é." Para los israelitas y aun para las primeras co

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Miércoles de la quinta semana.

Marcos 7,14-23

"Lo que se hace impuro al hombre es lo que sale de é."

Para los israelitas y aun para las primeras comunidades judeo-cristianas era la cuestión candente la impureza legal y la de los alimentos.

Jesús aclaró que nada hay sucio o impuro en el exterior del hombre, que solamente lo que su corazón ensucia, eso es lo malo a los ojos de Dios.

La santidad radica en lo interior; el pecado procede de la voluntad.

Nosotros juzgamos a los hombres por sus apariencias; por eso nos equivocamos muchas veces en nuestros juicios. El merito o la malicia proceden de la intención y de la voluntad. Una cosa externa mala puede no serlo falta de conocimiento o por falta de voluntad. Una cosa externamente buena puede ser mala, por hacerse con intención o con mala voluntad.

La santidad es propia de todos los bautizados; es muy claro el Concilio Vaticano II en este punto: "En la Iglesia todos, lo mismo quienes pertenecen a la jerarquía que los apacentados por ella, están llamados a la santidad, según aquello del apóstol": <> (1Tes 4,3)".

"El Divino Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos sus discípulos, la santidad de vida de la que Él es el iniciador y consumador: <> (Mt 5,48)".

"Es, pues, completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad y esta santidad suscita un nivel de vida más hermoso incluso en la sociedad terrena, en el logro de esta perfección empeñan los fieles las fuerzas recibidas, según la medida de la donación de Cristo, a fin de que, siguiendo sus huellas y hechos conformes a su imagen,, obedeciendo en todo a la voluntad del Padre, se entreguen con todo su corazón a la gracia de Dios y al servicio del prójimo".

Vivencia:

El Concilio Vaticano II termina el tema sobre la vocación universal a la santidad diciendo: "Por tanto, todos los fieles cristianos, en las condiciones, ocupaciones o circunstancias de su vida y a través de todo eso, se santifican más cada día, si lo aceptan todo con fe de la mano del Padre celestial y colaboran con la voluntad divina, haciendo manifiesta a todos, incluso en su dedicación a las tareas temporales, la caridad con que Dios amó al mundo."

No tienes, pues, excusa, para no tender a la perfección evangélica, a la santidad de tu vida cristiana; las circunstancias concretas de tu vida, tus trabajos y ocupaciones no pueden convertirse en dificultades, que impidan tu santidad, sino más bien en medio eficaces para conseguirla.

Recuerda que lo que santifica no es tanto lo que uno hace sino el espíritu con que lo hace, el amor que pone en las cosas que hace, por sencillas y humildes que ellas sean; las cosas ordinarias santifican, si están hechas con un amor extraordinario.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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