sábado, 20 de diciembre de 2014

20 de diciembre.

20 de diciembre. Lucas 1, 26-38 "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." Traducimos "alégrate" más que el común "Salve", que empleamos e

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20 de diciembre.

Lucas 1, 26-38

"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo."

Traducimos "alégrate" más que el común "Salve", que empleamos en el "Dios te salve, Maria..."; el "salve" tiene un sentido muy latino, pero no castellano; en nuestra lengua se expresa mejor idea por el "alégrate", felicitación por haber sido un favorecida por Dios con la plenitud de su gracia y del favor divino, por lo que Dios ha obrado en Maria.

Otro motivo de la felicitación que el ángel da a Maria es el "tú eres bendita entre todas la mujeres y bendito es el fruto de tu vientre", que tomamos del versículo 42 de este mismo lugar.

De Maria ya no se dice, como Zacarías e Isabel, que era un fiel cumplidor de la ley; se da un paso muy adelante, cuando el ángel la llama "llena de gracia", favorecidas con la plenitud del don de Dios, plenitud de gracia, que incluye no solamente de todas las virtudes y dones que nos hacen agradables a Dios.

Esa plenitud de gracia que hallamos en Maria Santísima nos concederá cuantas gracias necesitamos, para cumplir con la misión que la Divina Providencia nos haya encomendado en nuestra vida; eso sí, nuestro esfuerzo por aumentar de continuas gracias de ser permanente y sostenido.

Al repetir las palabras del Ave Maria, recuerda que Ella está llena de gracia, para concederte a ti las que necesitas.

"Yo soy la servidora del Señor; que se cumpla en mí lo que has dicho."

El Evangelio nos dice que la Virgen "quedó desconcertada " por las palabras tan honoríficas que el ángel le dirigía; era la profundísima humildad de Maria, que se juzgaba indigna de tales elogios; pero fue precisamente esta humildad de Maria la que le atrajo las miradas de Dios.

Si queremos atraer la mirada de Dios, prácticamente la humildad.

La humildad de Maria la llevó a aceptar incondicionalmente la voluntad de Dios, aun considerándose indigna de ser la Madre de Dios: "que se cumpla en mí lo que has dicho", cúmplase en mí tu voluntad, realícese en mí el plan que tienes para la salvación del mundo.

Este es el verdadero modelo de nuestra oración, en la que más que pedir a Dios que haga nuestra voluntad, hemos de ofreceremos para que el Señor realice en nosotros su plan de salvación y santificación.

Vivencia:

La maternidad divina exigía en Maria Santísima una plenitud de gracia, una santidad adecuada a su misión maternal; tú estás llamado a ser -ya eres por tu bautismo - "hijo de Dios", y esta filiación divina también exige un grado de santidad y de gracia nada común; no puedes menos de ser santo y grato a los ojos de Dios, de ahí que debas apartar de tu vida todo cuanto se pueda oponer a la santidad exigía por la cualidad de hijo de Dios.

Llama a Maria Madre de Dios, venérela como a tal, alégrate de que así sea, pero no olvides de que tú eres hijo y que debes vivir con la santidad que corresponda a tan dulce filiación. Recuerda esto cada vez que rezas el Ave Maria.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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