sábado, 7 de marzo de 2015

Viernes de la segunda semana de Cuaresma.

Viernes de la segunda semana de Cuaresma. Mateo 21,33-46 "Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña..." Otra vez nos habla Jesús en parábo

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Viernes de la segunda semana de Cuaresma.

Mateo 21,33-46

"Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña..."

Otra vez nos habla Jesús en parábola, que es toda una alegoría, ya que cada rasgo tiene una significación: el propietario es Dios; la viña es el Pueblo elegido de Israel; los siervos, los profetas; el hijo, Jesús, muerto fuera de las murallas de Jerusalén; los viñadores homicidas, los judíos infieles; el otro Pueblo al que se le confiará la viña, los paganos.

El mismo Evangelista un poco más abajo aclara: "Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos" (Mt 21-45).

Por otra parte Jesús aquí más que repetir la parábola de la viña, que trae Isaías (5, 1-7), suficientemente conocida por los israelitas, hace una explicación de la misma.

Así como el, padre de familia hizo por la viña cuando estaba de su parte, arreglándola con solicitud extremada, así también el Señor cuidó de su Pueblo Israel y cuida ahora de su Pueblo cristiano con intensa solicitud.

Los frutos que exige ahora el Señor de esta viña son la observancia de la ley y las buenas obras: obras de justicia y caridad, santidad de vida.

Un escritor hacia la siguiente aplicación de esta parábola: la viña es nuestra alma plantada por Dios, adornada con su gracia, cuidada con solicitud por medio de sus inspiraciones y de sus sacramentos. Nosotros somos los colones que hemos de trabajar para conseguir el fruto, que son las buenas obras. El Señor envía a sus siervos, que son sus sacerdotes, o sus inspiraciones y los mismos acontecimientos de la vida, para que nos inciten a la producción de los frutos, que son las buenas obras y el mejoramiento de nuestra vida.

Si nosotros no hacemos caso de esos avisos, seremos semejantes a aquellos colones de la parábola y merecemos el castigo por haber despreciado los avisos de Dios y no haber producido los frutos de santidad que el Señor tiene derecho a esperar de nosotros.

Vivencia:

Piensa un poco en las innumerables beneficios y gracias que has recibido de Dios; realmente no se pueden contar.

No hay momento en el que no estés recibiendo de Dios el don de la conservación en tu ser y además muchísimos otros beneficios; tus ojos ven, tus manos y pies se mueven, tus pulmones respiran, gozas de la compañía de los tuyos, etc.

Si amor con amor se paga, beneficios recibidos con gratitud se aceptan. Sé agradecido a tu Dios y respondele con amor; con amor sincero y profundo, con amor sacrificado y perseverante.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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