viernes, 6 de marzo de 2015

Sábado de la segunda semana de Cuaresma.

Sábado de la segunda semana de Cuaresma. Lucas 15, 1-2; 11-32 La parábola de la misericordia. Otra parábola propuesta por Jesús, una de las más her

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Sábado de la segunda semana de Cuaresma.

Lucas 15, 1-2; 11-32

La parábola de la misericordia.

Otra parábola propuesta por Jesús, una de las más hermosas que nos trae el Evangelio. Esta parábola es un canto de amor de Dios, mientras que expone la ingratitud del hombre pecador y la suma indigencia en la que cae por el pecado.

La finalidad de esta parábola es:

-enseñamos el modo y el proceso que suelen seguir los hombres al caer en el pecado;

-ponemos delante de los ojos el estado miserable en que yace el pecador;

--y enseñarnos gráficamente el retorno del pecador a Dios y la infinitad bondad y misericordia con la que Dios suele recibir a los que, arrepentidos de sus pecados, vuelven a Él en busca de perdón.

Indulgencia del pecador: El hijo prodigo no conoció nunca a su padre; no cobró conciencia del amor y de la infinitad bondad del padre; por eso se separó de él.

Al alejarse del padre, se encontró con su propio yo desnudo y se vio sometido a los tormentos de una indigencia material y espiritual que lo humilló y lo echó en brazos de la desesperación. Allí sintió la necesidad del retorno.

Misericordia de Dios: Dios no solamente no castiga al pecador, sino que lo espera, ofreciéndole el perdón; cuando el hijo vuelve al Padre, éste lo recibe sin preguntarle nada, sin echarle en cara su mala conducta, ni recordarle su ingratitud.

Dios siente compasión del pecador, aun antes de su arrepentimiento.

Se ha ido que aquel amoroso adelantarse del padre significa la gracia de Dios, que se anticipa al pecador, lo mueve a penitencia, lo dispone a cumplir todos los requisitos y termina la obra de la conversión, devolviendo al hijo prodigo el vestido de la inocencia, el anillo de la amistad y el calzado para que pueda caminar por la senda de la justicia; lo hace Hijo de Dios y heredero del cielo.

Vivencia:

Siempre que te alejes de Dios, te alejas de la fuente de la felicidad y te hundes en la humillación más abyectada.

Pero trata de recordar las veces que Dios, tu Padre, te ha recibido, como fue recibido el hijo prodigo por su padre: con los brazos abiertos dispuestos a la reconciliación, al perdón y a la paz.

No puedes hacer esperar más tiempo a tu Dios; échate confiadamente en los brazos abiertos, pide perdón con humildad y confianza.

El hijo prodigo que en los momentos de abundancia y felicidad no valoró el amor de su padre, cuando se encuentra solo y hambriento vuelve los ojos a los bienes que voluntariamente había dejado; la adversidad y los sufrimientos son medios de los que se vale el Señor, para que levantemos nuestra mirada al cielo.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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