lunes, 16 de marzo de 2015

Lunes de la cuarta semana de Cuaresma.

Lunes de la cuarta semana de Cuaresma. Juan 4,43-54 "Si no ven los signos y prodigios ustedes no creen." Jesús vio que el corazón de aquel hombre p

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Lunes de la cuarta semana de Cuaresma.

Juan 4,43-54

"Si no ven los signos y prodigios ustedes no creen."

Jesús vio que el corazón de aquel hombre poderoso no estaba del todo libre de resabios de su poder, que lleva casi siempre consigo orgullo del mando; Jesús, antes de conceder su gracia milagrosa, quiere purificar aquel corazón y así reprende a aquel hombre:"Si no ven los signos y prodigios ustedes no creen."

Jesús no hace distinción de personas; también aprende a los poderosos, pero para sanarlos.

Dios permitirá en ocasiones que tu corazón se entristezca, pero buscando en esa tristeza tu bien. San Pablo lo advertía a los Corintios: "Ahora me regocijo, no porque ustedes se hayan puesto tristes, sino porque esa tristeza fue motivo de arrepentimiento." (2 Cor 7,9).

Aquel hombre del Evangelio supo acepar la represión y confió en el Señor. Tú También debes exponer al Señor en tu oración tus personales problemas confiadamente, limpiando de orgullo tu corazón; así encontrarás a Cristo con la facilidad y lo aceptarás sin reservas.

Hay quienes admiran y elogian el mensaje y la moral de la Iglesia, pero no la aceptan y de un modo vital, porque no la practican, no acomodan su vida a ese mensaje y a esa moral.

"El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho."

La voz de Jesús infunde serenidad y paz. Su palabra, que continua actual en la Iglesia, sana los corazones. Su palabra penetra, porque es palabra de amor; pero no hay salvación verdadera hasta que pronunciemos el Sí de nuestra aceptación de esa palabra de Dios.

Cristo mismo es la Palabra de Dios; creer es aceptar esa Palabra, aceptar a Cristo, adherirse a su Persona para siempre.

Es verdad que la fe del hombre poderoso de que nos habla este texto, fue imperfecta, pues creía que era necesaria la presencia física de Jesús para que pudiera realizar el milagro; pero consiguió lo que pedía porque pidió con humildad.

De la Virgen Santísima predicó San Isabel: "Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor" (Lc 1,450; hazte tú merecedor de la misma alabanza.

Vivencia:

¿Tienes orgullo o desconfianza, que pueden impedirte tu encuentro personal con Cristo? Tu fe ¿es una verdadera adhesión o encuentro personal con Cristo?

La oración es siempre atendida por el Señor, si es una oración humilde; procura entonces orar siempre con sentimiento de verdadera humildad y con perseverancia, confiando no en tus meritos personales, sino en la infinita ternura del Corazón de Jesús.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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