martes, 17 de marzo de 2015

Martes de la cuarta semana de Cuaresma.

Martes de la cuarta semana de Cuaresma. Juan 5,5-16 "Levántate, toma tu camilla y camina." Jesús descubre entre la multitud a un enfermo desamparad

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Martes de la cuarta semana de Cuaresma.

Juan 5,5-16

"Levántate, toma tu camilla y camina."

Jesús descubre entre la multitud a un enfermo desamparado de todos y necesitado de alguien que acudiera en su auxilio. Jesús fija en el más desamparado, en el más necesitado, en el imposibilitado de socorrerse a sí mismo: en el pobre.

La mirada de Jesús penetra lo más intimo del corazón. Lo descubre todo, pero prefiere que seamos nosotros quienes le descubramos nuestras intimidades. El deseo de curarnos lo tiene Él más que nosotros, pero no nos quiere curar hasta que nosotros lo deseamos y se lo pidamos. Esta es la razón de ser de la oración.

El que ora se da cuenta de su necesidad y pide auxilio. Nadie nos puede solucionar nuestras más hondos problemas, ni satisfacer a nuestras más intimas necesidades. A veces hemos hecho todo de nuestra parte, pero nada hemos conseguido.

Es entonces la hora de reconocer que sólo Cristo puede solucionar nuestros problemas; es la hora de acudir a Jesús con plenitud de confianza, pero con menos seguridad de nuestra indigencia.

Es entonces cuando en la oración descubrimos que el Señor es Alguien que se preocupa por nosotros y con quien se ha de tener relaciones personales; es entonces cuando descubrimos que, aunque todos nos abandonen, Jesús está siempre a nuestro lado con su poder y su bondad.

"No vuelas a pecar."

Cuando Jesús ve de nuevo al enfermo paralítico al que había curado, lo amonesta con estas palabras: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te sucederán peores cosas de consecuencia del pecado; simplemente le advierte al enfermo que la gracia de la curación lo obliga a convertirse y que, de olvidarla, se expondría a algo peor que su pesada enfermedad.

El milagro es, pues, la señal de su resurrección espiritual.

Cuando tú resucites de la gracia del sacramento de la Penitencia, deberías ir con cuidado para no volver a tu antiguo pecado; deberás ir con cuidado para no volver a tu antiguo pecado; debes sentir íntimamente la necesidad de una sincera y honda conversión que te aleje cada vez más del pecado y te haga vivir cada vez con mayor firmeza y seguridad la vida de gracia.

Con una vida de gracia se puede reparar una vida anterior de pecado; con la intensidad del amor presente se puede hacer olvidar la tibieza de la vida pasada.

¿Sientes verdadera necesidad de Jesucristo, de vivir cerca de Él?

Porque si así es, sentirás la necesidad de una frecuente e intima oración con el Señor.

¡Cuántos podrán decirle al Señor lo que aquel paralítico: "¡Señor, no he tenido a nadie que me indicara el camino del bien!" ¡Qué acusación tan terrible esta para los apóstoles, que tenemos la obligación de preocuparnos de la salvación de nuestros hermanos!

Quizás esto puede ser un llamado de atención para tu vida de comodidad o de inacción apostólica.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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