miércoles, 10 de septiembre de 2014

Miércoles de la vigésimo tercera semana.

Miércoles de la vigésimo tercera semana. Lucas 6,20-26 "Bienaventurados los pobres el Reino de Dios les pertenece." San Lucas no precisa aquí tanto

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Miércoles de la vigésimo tercera semana.

Lucas 6,20-26

"Bienaventurados los pobres el Reino de Dios les pertenece."

San Lucas no precisa aquí tanto como San Mateo, que dice: "Bienaventurados de espíritu", abarcando a los humildes, a los sencillos de corazón, a los pequeños, y si bien la formula de Mateo 5,3 subraya el espíritu pobreza tanto en el rico como en el pobre, a lo que Jesucristo se refiere generalmente es una pobreza efectiva, en especial para aquellos de sus espíritus que deben seguirlo más de cerca, aquellos que, habiendo abandonado todo por seguirlo, tiene el espíritu desasido de los bienes terrenos.

A todos esos pobres del Señor les promete un Reino y nada menos que el Reino de los cielos, el "Reino de Dios" como dice Lucas; no ya un reino terreno lleno de zozobras y temores, sino el Reino de Dios donde todo abunda, donde no hay dolor, ni lagrimas, ni penas de ninguna clase, sino donde todo es paz, tranquilidad, alegría y felicidad para siempre.

Así es como paga Dios; tú le entregas tus pocas y pobres cosas, tus breves sufrimientos de la vida, tu corazón despojado de todo lo terreno y Él, en cambio, te sacia abundantemente con las riquezas de sus dones y de sus gracias, con la alegría de su Reino y de su eterna posesión.

No te apene demasiado el hecho de verte despojado de los bienes de la tierra, pero trata con todas tus fuerzas de conseguir los bienes del cielo.

"Bienaventurados los que lloran, porque reirán."

En Verdad que el mensaje de Jesús suena un poco extraño a los oídos del mundo: "Bienaventurados los que lloran", es decir, aquellos que lloran sus pecados, sus miserias; Jesús mismo los habrá de consolar al concederles el perdón de los pecados.

Bienaventurados los que lloran por sus penas, a veces con amargas lagrimas, pero que supieron hacerlo con paciencia y sin rebelarse; bienaventurados los que han sabido llorar por Dios, ofreciendo a Dios sus lagrimas y aceptándolas con resignación y por amor.

Indudablemente que es triste el sufrir, pero es mucho más triste el no saber sufrir, ni saber por qué se sufre, ni para qué se sufre; el mundo todavía no ha descubierto el sentido del dolor; las demás regiones que han profesado el hombre no han podido dar una respuesta satisfactoria a este interrogante.

-un sentido de propia santificaciones; si el otro se purifica en el fuego, el espíritu cristiano se purifica en el fuego de las tribulaciones; el dolor nos va haciendo más desprendidos de nosotros mismos; toda esa escoria se va desprendiendo de nosotros merced a los golpes del sufrimientos, pero para que el sufrimiento produzca ese efecto, es preciso saber sufrir, sufrir por Dios;

-pero el dolor tiene también otro sentido respecto de los demás; es un sentido de redención, cuando nosotros unimos nuestro dolor con el dolor redentor de Jesús es entonces también nuestro propio y personal sufrimiento un dolor redentivo.

Y está es precisamente la causa de la verdadera alegría de nuestro sufrimiento; porque no nos fijamos en que sufrimos, sino que prestamos atención al hecho de que redimimos a la humanidad, al unir nuestro dolor de Jesucristo clavado en la cruz.

Bienaventurados serán cuando los hombres los odien a causa del Hijo del Hombre."

Fíjate que Jesús no llama bienaventurados a los que odian, sino a los que son odiados; y solamente a los que son odiados "a causa del Hijo del hombre", a causa de Jesús; luego, los que hace feliz no es el hecho de ser odiados, sino el de ser odiados por Jesucristo, por ser discípulos de Jesucristo, por ser fieles a su mensaje.

Pero debes sentirte feliz de ser odiado por Jesucristo, sin que tú des motivo para que te odien.

Porque si te odian porque tú das motivo para ello, te odiaran no por Jesucristo, sino por ti y en ese caso ya no te odian "a causa del Hijo del Hombre" y la causa de la felicidad, la que produce felicidad, no es el hecho de ser odiado, sino ese Cristo al que te odian, cuando nos odian a nosotros por ser sus discípulos, por ser sus seguidores, por vivir en conformidad con sus leyes y principios.

De todas maneras ser odiado no es el ideal que debas proponerte, aunque sea por el Nombre de Jesucristo, sino que debes practicar tu religión, debes el Evangelio de tal forma, irradiando tanta bondad y comprensión que, cuantos te vean, no reaccionen odiándote, sino admirándote, envidiándote, amándote.

Vivencia.

Tienes que vivir el espíritu de las bienaventuranzas; las bienaventuranzas que Jesús nos propone en el Evangelio no son reservadas para los sacerdotes o los religiosos; el espíritu de las bienaventuranzas es propio de todo cristiano que quiere vivir en profundidad de su fe. No te contentes con una observancia fiel pero fría de los mandamientos de la ley de Dios; aspira a vivir más que los mandamientos, las bienaventuranzas; a vivir siguiendo la norma de conducta que Jesús te enseña en las bienaventuranzas; Jesús te promete ser feliz, si vives ese verdadero espíritu cristiano.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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