sábado, 27 de septiembre de 2014

Sábado de la vigésimo quinta semana.

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Sábado de la vigésimo quinta semana.

Lucas 9, 44-45

"El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres."

No alcanzaban a comprender qué podía significar aquella, expresión de Jesús: "El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los Hombres", en poder de los hombres; ser entregado a los hombres era sinónimo de ser entregado a la muerte y esto no lo podía entender su mente para la que el Mesías debía mostrarse siempre y en todo ocasión glorioso y nacionalmente victorioso.

La pasión del Mesías era una paradoja; los términos eran claros, pero el Rey-Mesías sufriente era contradictorio.

También el mundo de hoy, incluso a algunos discípulos de Jesús, les puede parecer extraño el hecho de que Dios permita que sus hijos sufran; si es Dios, si es Padre, ¿cómo puede permitir el sufrimiento?

En esas ocasiones, cuando te toque a ti la hora de las desolación espiritual, de la aridez, cuando no del sufrimiento y de la angustia, no llegues nunca a dudar de la infinita bondad y Providencia de tu Padre celestial; seria ése el más grave pecado que pudieras cometer y el que más ofendería al Corazón infinitamente bondadoso del Señor.

"Ellos no entendían estas palabras."

Este Evangelio nos presenta a Jesús y a sus discípulos en uno de los tantos momentos que seguramente se fueron repitiendo sobre todo a medida que se acerca el momento de enfrentar Jesús su pasión y su muerte.

Por un lado, Jesús, tratando de meter en la cabeza de sus discípulos la necesidad de que el Hijo del Hombre sufriera y muriera, y por el otro lado, los apóstoles en una actitud de apretada cerrazón de espíritu no solamente no entendiendo, sino –como advierte el Evangelista- "no queriendo entender" lo que Jesús les decía; en su mente no cabía que Jesús debiera terminar en cruz.

Los caminos de Dios, la Palabra de Dios, las cosas de Dios, son de difícil inteligencia, pero no es caso lo que se nos pide; más bien se nos exige aceptar y vivir esas cosas de Dios en dimensión de Evangelio y para ello es preciso aceptarlas con espíritu de fe: de fe que no entienda, pero fe que acepta y se entrega ciegamente con la certeza de entregarse a la verdad, porque se entrega por amor.

Vivencia:

A los apóstoles les daba miedo preguntarle al Señor, porque "su sentido les estaba velado, de manera que no podían comprenderlas y temían preguntarle a Jesús acerca de esto".

Vigila, no sea que a ti te suceda otro tanto y llegues a tener miedo de conocer los planes de Dios sobre ti y de aceptarlos; debes tener un poco más de fe en Dios y de esperanza en su divina Providencia.

Nadie vela por ti con tan solicita Providencia con tu Padre que está en los cielos; en ningún otro encontrarás tan paternal acogida; ése debe ser el fundamento de su fe y de tu esperanza.

El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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