sábado, 20 de septiembre de 2014

Sábado de la vigésimo cuarta semana.

Sábado de la vigésimo cuarta semana. Lucas 8, 4-15 "La semilla es la Palabra de Dios." Tenemos la suerte de que esa parábola propuesta por el Señor

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Sábado de la vigésimo cuarta semana.

Lucas 8, 4-15

"La semilla es la Palabra de Dios."

Tenemos la suerte de que esa parábola propuesta por el Señor nos la ha interpretado y explicado Él mismo; no es necesario recurrir a otros lugares paralelos, ni tener presentes las costumbres de aquellos tiempos; esta parábola más que explicación necesita reflexión.

El sembrador es Dios que con abundancia y largueza siembra la semilla de su Palabra en el corazón del hombre, que es la tierra que la recibe. Dios siembra de muchas maneras y con mano prodiga: inspiraciones secretas, remordimientos de conciencia, sermones, libros escogidos, prudentes consejos, buenos ejemplos, palabras alentadoras; como también Dios nos habla por medio de las mismas contrariedades de la vida y aun de las mismas desgracias.

Parte de la semilla cae junto al camino; es la Palabra de Dios, que cae en un terreno endurecido, un corazón sin fe y sin amor; falta de la buena voluntad; lo que se tiene es simplemente un vago deseo, pero no una voluntad firme y decidida de disponer todo, para que la semilla de la Palabra de Dios produzca sus frutos, sea fecunda.

Ora parte de la semilla cayó entre espinas y zarzas; esto sucede cuando la Palabra de Dios cae en corazones superficiales; hay en ellos algo así como una aparente disposición, que los hace recibir la Palabra de Dios con alegría, pero es más aparente que real, hay en ellos mucha ligereza y mucha superficialidad; les falta la hondura de la reflexión y por eso corren afanosamente sobre todo lo que es terreno y efímero; la Palabra de Dios no puede tampoco arraigarse en esos corazones y fecundarlos.

No faltan además quienes reciben la Palabra de Dios y en ellos esa Palabra queda ahogada por las hiervas y los matorrales; son los que, engolfados en los negocios materiales, no tienen otra preocupación que el dinero, las comodidades, el placer.

Finalmente sí hay otros corazones bien dispuestos y en ellos la Palabra de Dios produce frutos óptimos y bien sazonados; en ellos la Palabra de Dios se convierte en salvación y en vida, la Palabra de Dios se encarna en cada uno de sus actos y circunstancias, se guían por las luces y los dictámenes de la Palabra de Dios, todo cuestionado y todo lo encaran con la Palabra de Dios.

"La semilla es la Palabra de Dios"; pero esa simiente es preciso cultivarla, cuidarla, ponerla en las debidas condiciones climáticas y de humedad.

Cuidad, pues, en ti esa Palabra de Dios, a fin de que produzca en ti los debidos frutos de salvación y santificación.

Creer y no cambiar de vida, no producir frutos de buenas obras, indica falsedad en la fe. La iniciativa viene de Dios; pero no obra de modo mágico; el hombre es "alguien" para Dios, es un sujeto en dialogo con Él que puede abrirse o cerrarse a la Palabra.

Dios siembra sobre todos los campos. Él que hace salir el sol sobre los justos e injustos, no excluye a nadie del Reino. Son los hombres los que se cierran al amor.

Vivencia:

Convendrá por lo tanto que en tus plegarias pidas con frecuencia como lo hacia el salmista: "Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu" (Sal 51,12).

Debes escuchar la Palabra de Dios con atención y respeto y con grandes deseos de que en ti produzca los frutos de salvación y santificación que está llamada a producir.

No resistas nunca a la Palabra de Dios, recíbela con espíritu de verdadera fe y con humildad, aplicándotela a ti mismo y esforzándote en cumplirla para que tu vida diaria concuerde con la Palabra de Dios; de esta forma es como en tu la divina Palabra producirá maravillosos frutos de redención.

Fuente: El evangelio meditado por P. Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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