jueves, 18 de septiembre de 2014

Jueves de la vigésimo cuarta semana.

Jueves de la vigésimo cuarta semana. Lucas 7,36-50 "Se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas...Por eso te digo, que sus muc

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Jueves de la vigésimo cuarta semana.

Lucas 7,36-50

"Se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas...Por eso te digo, que sus muchos pecados quedan perdonados; porque has demostrado mucho amor."

El amor puede salvar o puede condenar; puede liberar o puede perder; el amor puede elevar o puede hundir; todo depende de cómo sea el amor; el amor mezquino, el amor sensual, el amor egoísta, el amor al dinero, el amor al placer, en una palabra el amor ciego es el que pierde y hunde.

Sin embargo, existe otro amor que es todo luz, todo limpieza, todo elevación; un amor que purifica de todas las manchas, un amor que perdona todas las culpas, un amor que borra todos los pecados, un amor que eleva al hombre sobre sí mismo; ése es el amor de Dios.

No sé cómo habrá sido tu vida pasada; eso solamente lo sabes tú y Dios; pero lo que sí ciertamente sé es que si llenas tu corazón de Dios, si dejas que lo impregne desaparecerá de tu corazón y de tu vida todo lo que sea odio, egoísmo, sensualidad, ambición, avaricia y cosas semejantes.

Si tu pecado fue grande, al arrepentirte ha de ser grande tu amor, para que borre y haga desaparecer la magnitud de tu pecado.

No te avergüences de llorar tus pecados y tu falta de respuesta a Dios; no tengas ningún reparo en arrepentirte, así como lo tuviste para cometer el pecado.

Si las lagrimas de la mujer pecadora fueron las que lavaron su alma, sean tus lagrimas las que vuelvan a la gracia y amistad con Dios.

"Quedan perdonados sus muchos pecados porque ha demostrado mucho amor."

Puedes imaginarte la escena muy fácilmente: Jesús está acompañando del fariseo, que lo ha invitado a comer, que se llama Simón; probablemente había otros convidados y en medio de todos ellos la mujer pecadora, humillada, contrita, llorosa, arrojada en el suelo con la cabeza hundida en sus manos por las que destilaban las lagrimas de sus ojos.

La pecadora sentía sobre sí mirada quemante de los fariseos y la miraba sedante de Jesús; por eso en un determinado momento y en busca de aliento y de perdón levanta su cabeza y clava su mirada en los ojos de Jesús, una mirada que imploraba misericordia, una mirada confiada, una mirada que envolvía y presentaba toda una vida desordenada, una mirada humilde, que reconocía los pecados cometidos.

A esa mirada responde Jesús con la suya cargada de comprensión: "Tus pecados te son perdonados".

Así el amor se hizo perdón y el perdón engendró la gratitud y el arrepentimiento.

Vivencia.

Jesús perdona mucho, porque la mujer pecadora amaba mucho; aquel Dios al que anteriormente había ofendido tanto, ahora amaba mucho y ese amor fue un amor que la redimió, la purificó, la elevó, la santificó. ¿Cuántos han sido tus pecados? ¿Muchos? Pues ya sabes qué debes hacer para purificarte de los mismos. Porque el amor que Dios te pide es el amor que le has manifestado en cada una de tus obras diarias, haciendo todo con amor y por amor; no digas que esto es difícil, sino comienza a hacerlo y lo comprobarás.Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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