martes, 16 de septiembre de 2014

Martes de vigésimo cuarta semana.

Martes de vigésimo cuarta semana. Lucas 7,11-17 "Al verla, el Señor tubo compasión de ella." No llores, mujer; deja el llanto para el que no tiene

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Martes de vigésimo cuarta semana.

Lucas 7,11-17

"Al verla, el Señor tubo compasión de ella."

No llores, mujer; deja el llanto para el que no tiene fe, para el que ha perdido toda la esperanza; déjalo para el que voluntariamente vive en la duda, porque ha rechazado conscientemente la verdad; déjalo para el que en las cosas de la vida busca más bien el placer que el deber y en consecuencia no se encuentra sino en la frustración y a la amargura.

Si no quieres llorar, cree; pero si crees, ¿por qué lloras? ¿No crees en la Providencia de Dios? ¿No crees en la bondad infinita de Dios? ¿No crees que Dios es tu Padre y como verdadero Padre quiere tu bien, busca tu bien aun en aquellas cosas que tú no puedes comprender cómo pueden ser para tu bien?

El Señor tubo compasión de la pobre madre privada de su hijo; tú debes tener compasión de todos cuantos sufren; todos ellos te deben inspirar compasión y has de sufrir con los que sufren, angustiarte con los oprimidos, llorar con los que lloran, gozar con los que se alegran.

"Joven, te lo ordeno: ¡levántate!"

Jesús hace de tener la fúnebre caraba y ante la expectativa de la muchedumbre que formaba el cortejo y de quienes accidentalmente se hallaron presentes en la escena, con ademán majestuoso y seguridad en su voz extiende su brazo hacia el cuerpo del difunto y le impera con autoridad: "Joven, te lo ordeno: ¡levántate!"

Jesús se nos aparece aquí como uno de los profetas del Pueblo de Dios que da la vida a los muertos, porque solamente los profetas de Dios pueden hablar con la autoridad del mismo Dios; pero Jesús se nos presenta también como el Profeta por excelencia anunciando por los otros Profetas en el Antiguo Testamento; Jesús es el Mesías prometido, mayor que todos los profetas anteriores a Él o posteriores; es el que da el sentido a todas las profecías.

No te olvides de que tú ahora llamado a transmitir el mensaje de Jesús, tú ante el cadáver del mundo de hoy, que ha perdido la vida de gracia, debes asumir tu papel profético y aunque te halles ante un cadáver, asume primero la confianza de poder revivir huecos áridos por la fuerza de la Palabra de Dios.

Vivencia.

El Reino de Dios no es reino de muerte, sino de vida, no son sus hijos los muertos, sino los vivos, los que gozan de vida de gracia. Tienes que vivir esa Vida divina en ti; ese tu Dios Uno y Trino -Padre, Hijo y Espíritu Santo- han de tener en ti su asiento y su morada; reflexiona que eres verdaderamente templo de Dios, morada de; Espíritu Santo. Inicia una nueva vida menos cómoda y más entregada, menos egoísta y más generosa, pensando menos en ti y algo más en los otros; levántate de una vida encerrada en ti, en tus gustos y comodidades, a una vida abierta a los demás y a las conveniencias del Evangelio.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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