viernes, 12 de septiembre de 2014

Viernes de la vigésimo tercera semana.

Viernes de la vigésimo tercera semana. Lucas 6,39-42 "El discípulo no es superior al maestro." El Señor nos hace esta pregunta incisiva: "¿Puede un

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Viernes de la vigésimo tercera semana.

Lucas 6,39-42

"El discípulo no es superior al maestro."

El Señor nos hace esta pregunta incisiva: "¿Puede un ciego guiar a otro ciego?"

Todos padecemos algún grado de ceguera, pero en medio de esa ceguera todos ansiamos la luz; todos buscamos la luz de la verdad y la buscamos en nuestro alrededor y en nuestro interior y cuando divisamos algún rayo de luz, nos vamos tras él desesperadamente con avidez.

Porque en ningún hombre y en ninguna parte vemos la luz completa, sino simplemente rayos de luz que nos orientan para llegar a Jesucristo, que es la Luz indeficiente y en plenitud.

Los hombres poseemos la plenitud de la luz; vez cómo ellos vagan desorientados en busca de la verdad; todos los hombres se desorientan, todos nos equivocamos, todos cambiamos, todos entendemos mal las cosas o no las entendemos, todos deformamos la realidad de las cosas o distorsionamos el sentido de los acontecimientos.

Los hombres nos hemos convertido así en ciegos que pretendemos guiar a otros ciegos.

Y los que se apoyan del ciego, no tardaran en caer; si un hombre se apoya de otro hombre, ambos llegaran a las mayores vilezas y lo harán invocando el derecho, la justicia y la moral.

Ahora puedes explicar el hecho de que el hombre halla llegado a defender las doctrinas más imposibles, practicar las morales más injustas, implantar los derechos más arbitrarios, defender los errores más crasos, propagar las doctrinas más nefasta, encender los odios más destructores, desatar las guerras más inhumanas.

No confíes, pues, en los hombres, sino pon tu confianza en Jesucristo y nada más que en Él; así te verás libre del error y de sus consecuencias; no caigas en la trampa que te tienden y así no te engañaras, pensando que es una soledad y bien fundamentada columna lo que no era más que una débil cana.

"Saca primero la viga de tu ojo."

Más platica no puede ser la comparación y la afirmación de Jesús; muchas veces nos fijamos en el prójimo; vemos en él toda una serie de defectos; y ¡cómo nos duelen los defectos de los demás y qué feos nos parecen!

En cambio, esos mismos defectos y aun mayores en nosotros mismos nos parecen insignificantes y, en cierto modo, los llamados justificados.

Los otros son nervios; nosotros somos de carácter.

Los otros son ambiciosos; nosotros buscamos la propia superación.

Los otros son sensuales y comodones; nosotros somos prudentes.

Y los otros no ven las cosas; nosotros somos clarividentes.

Y Jesús dice que nosotros somos tan exigentes con los demás y aumentamos en tal forma sus defectos, que vemos en ellos hasta las más insignificante motitas, mientras que nosotros tenemos la vista clara y limpia, siendo que la verdad es todo lo contrario: la motita está en el ojo del prójimo, pero en el nuestro tenemos una viga.

Para juzgar de la limpieza de conciencia no te compares con los demás, sino compárate con Dios, con lo que Dios desea de ti. No le preguntes a los demás, cómo debes ser, sino pregúntate al Señor cómo quiere Él que tú seas. Constantemente deberías repetir la oración y la actitud del profeta Samuel: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1 Samuel 3,9).

Dios querrá de ti que te vayas purificando cada vez más; no basta no estar sucio con la suciedad del pecado; es preciso ir limpiándose cada vez más; no basta no pecar; es preciso practicar la virtud positivamente; no basta odiar, es preciso amar.

Los hombres sólo juzgaran si no eres malo; Dios te exigirá que seas bueno; los hombres se contentarán con que no hagas el mal, Dios te mueve a practicar el bien; no debes tú fijarte solamente en mal que hayas hecho, cuando examines tu conciencia, sobre todo debes analizar el bien que no has hecho pudiéndolo hacer.

Vivencia.

No es fácil ser buen discípulo del Señor; no es fácil, pero no es imposible. Si el Señores que nos propone y nos manda ser sus discípulos, es porque podemos serlo; si nos manda y nos exhorta a seguir sus pasos y ejemplo, es porque Él vino precisamente para serlo; para mostrarnos el camino que debemos seguir, por dónde podemos ir. No dejemos que el gesto alentador del Señor quede inactivo e infecundo; leamos el Evangelio tú yo y todos, para conocer el espíritu de Jesús, las enseñanzas de Jesús, los preceptos de Jesús, los ejemplos que nos han dejado: las lecciones que nos dio como Maestro y ejemplos que nos llegó como Modelo.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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