viernes, 26 de septiembre de 2014

Viernes de la vigésimo quinta semana.

Viernes de la vigésimo quinta semana.
Lucas 9,18-22
"Pedro le contestó: Tú eres el Mesías de Dios."
Hoy como ayer la presencia de Jesús es cuestionada, porque hoy como ayer su presencia cuestiona al mundo.
Jesucristo es siempre interrogante que se plantea frente a todas las realidades de la vida, frente a la vida misma. Ante ese interrogante se reacciona de muy distintas formas en no pocas ocasiones contradictorias; hay respuestas que contradicen al Evangelio...y el Evangelio que contradice a muchas respuestas.
Para poder descubrir quién es Jesucristo es preciso acudir a la fe; solamente la fe es capaz de penetrar el hondo misterio que encierra la personalidad de Jesús.
El apóstol Pedro iluminado por la luz del Espíritu Santo penetra y descubre la personalidad de Jesús y por eso responde: "Tú eres el Mesías de Dios", el elegido de Dios, el Hijo de Dios.
El mundo de hoy creyente o no creyente va repitiendo la pregunta trascendental: ¿Quién es Jesús?
Trascendental la pregunta, pues la actitud que se adopte frente a ella, de la respuesta que se le dé, dependerá luego la vida del que responde.
A ti también te está de continuo y en todos los lugares que frecuentas cuestionando el mundo que te rodea: ¿Quién es Jesús? ¿Quién crees tú que es Jesús? ¿Qué es para ti, para tu vida?
Y esos interrogantes debes responder con tu palabra clara y sin titubeos y con el testimonio de tu vida que respalde tus palabras. Más aun: debes vivir y actuar de tal forma, que ya resulte inútil la pregunta, pues estás dando la respuesta antes de que te pregunten y la estás dando a voz en grito con la convincente fuerza de tu vida.
Jesús es el Cristo de Dios; el Ungido del Padre para traer al mundo la salvación; luego será inútil esperar la salvación en otro que no sea Jesucristo; "porque en ningún otro hay salvación, ni existe bajo el cielo otro Hombre dando a los hombres por el cual podamos salvarnos" (Hch 4,12).
Jesucristo es, pues, nuestra esperanza y el realizador de esa esperanza; Él es la promesa y el realizador de la promesa.
Si tú quieres llegar a descubrir como Pedro los secretos de Jesucristo y de la misión de Jesucristo, es preciso que te pongas en disposición de ser iluminado por el Espíritu Santo, único que es capaz de descubrir los corazones abiertos a él cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad y conocer el amor de Cristo que excede todo conocimiento" (Ef. 3,18-19).
"El Hijo del Hombre debe sufrir mucho."
Acabamos de reflexionar que Jesucristo tiene una personalidad y una misión propias; pues esa personalidad y esa misión se realizan en su Pasión y en su muerte.
Indudablemente que en esto, como en otras cosas, los planes de Dios y los métodos empleados por su Providencia no coinciden con los demás hombres: "Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes mis caminos (Is 55,8).
Para nosotros si Jesucristo es el Elegido de Dios, debería hacer aparecido así ante los hombres, a fin de llegar a una victoria publica y manifiesta, definitiva, aplastante y gloriosa
Para Dios su Elegido debería humillarse, pasar invertido y cuando la esperanza a darse a conocer, debía sufrir toda clase de contradicciones y persecuciones, hasta terminar extendiendo sus brazos en la cruz y muriendo aparentemente vencido y definitivamente borrado del mundo en la oscuridad del sepulcro.
Pero no termina en el sepulcro.
Muy bien lo advierte el mismo Jesús a San Pedro, cuando le dice que "el Hijo del Hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte", pero termina diciendo que "resucitará al tercer día".
Es Jesús el Ungido de Dios, destinado a morir por todos los hombres; pero es también el Cristo destinado a resucitar no solamente Él, sino resucitar todos los hombres.
¿Por qué no piensas que ahora estás tú en lugar de Cristo y por lo mismo eres tú también destinado por Dios a morir primero y luego resucitar?
Estás destinado a sufrir; no te extrañes, pues, de sufrir; no te llame la atención el hecho de tropezar en tu vida con el sufrimiento bajo alguna de sus innumerables facetas.
Pero también debes caer en la cuenta de que ese sufrimiento está destinado a redimirte a ti mismo y a tus hermanos los demás hombres; al fin descubriste el sentido y el porqué de tu sufrimiento en tu vida.
Vivencia.
La obra y la misión de Jesús termina en el sepulcro, resucitó triunfante e inicia ya una nueva vida gloriosa y celestial. Es verdad que tú vives en el mundo y que no podrás evadirte del mundo (ni deberás tratar de hacerlo), pero en tu accionar en el mundo durante la vida todo debe cobrar un sentido salvador y escatológico; todo lo debes vivir en proyección hacia la salvación y en orden final, que será tu resurrección y tu glorificación con Cristo, en Cristo y por Cristo.
El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.
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