jueves, 21 de agosto de 2014

Jueves de la vigésima semana.

Jueves de la vigésima semana. Mateo 22,1-14 "Envió a sus servidores para avisar a los invitados a la boda, pero se negaron a ir." Esta parábola, el

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Jueves de la vigésima semana.

Mateo 22,1-14

"Envió a sus servidores para avisar a los invitados a la boda, pero se negaron a ir."

Esta parábola, el Rey es Dios y el banquete de bodas es la felicidad mesiánica, ya que el Hijo del Rey es el Mesías; los enviados son profetas y los apóstoles; los invitados que hacen caso omiso de ellos o los ultrajaban son los judíos.

Los servidores de Dios enviados a los hombres fueron en primer lugar los profetas y luego los apóstoles enviados ya en misión por Jesucristo. De los invitados al banquete, algunos por un excesivo apego a los bienes materiales fueron impedidos de acudir a la invitación de Dios; éstos se hicieron indignos del Reino por preferir sus tierras, sus negocios, sus comodidades al Reino de los cielos.

La invitación que luego se hace extensiva a todos los que viven en la vencida o pasan los caminos, significa la vocación de los gentiles; también ellos han sido invitados al Reino, pero también ellos deberán entrar en el Reino con las debidas disposiciones de espíritu.

Los que son llamados de los caminos son los paganos y pecadores; el hombre que responde a la invitación ha de llevar vestido de bodas, que es el vestido de la gracia santificante o las obras de justicia que deben acompañar a la fe.

El tema del festín nupcial no es nuevo; el glorioso futuro prometido por Dios fue comparado en el Antiguo Testamento con frecuencia a un festín, como también se habla de las bodas de Dios como su Pueblo.

Así con esta parábola se ilustra la insistente llamada de Dios a Israel y su reprobación posterior y la salvación universal ofrecidas por Jesucristo; es verdad que el pueblo judío fue el primer invitado, porque Dios es fiel a su Promesa; pero tras el rechazo de Israel. Dios invita a los pecadores a su Reino y éstos se apoderan del Reno de Dios.

No basta entrar en el banquete para pertenecer de la Eucaristía y el de su intimidad con las gracias y consuelos espirituales, que Él da a aquellos que lo acepten, responden a su llamado y se le entregan incondicionalmente y sin reservas.

Pero éstos son pocos, porque los invitados están preocupados por cien y mil problemas y deseos que acaparan su atención y les polarizan todos sus esfuerzos y por eso no acaban de decidirse a renunciar a todo aquello que les impide la intimidad con el Señor, la vida de espiritualidad intensa y profunda.

"Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos."

La parábola de los invitados a las bodas presenta a Dios haciendo todos sus esfuerzos para llenar de invitados la fiesta escatológica; la invitación a los que pasan por los caminos incluye sin distinción a los buenos y a los malos: todos son llamados, todos están destinados al Reino; los buenos responderán a ese llamado, no desoyendo la invitación, como hicieron los primeros invitados; de ahí que no solamente fueron llamados sino que, al responder a la invitación, también fueron elegidos.

En cambio, tanto el que respondió al llamado, no rechazando la invitación, pero no vistiéndose de manera adecuada, como los primeros invitados, que rechazaron la invitación, fueron ciertamente llamados pero no elegidos.

Aquellas palabras imperativas "sean perfectos como el Padre del cielo" van dirigidas a todos sus discípulos; nadie puede pensar que la perfección no se ha echo para él, o que él no es llamado a la perfección; nadie puede pensar que su modo de ser temperamental o caracterológico le impide la perfección ; todo esto seria excusas que Dios no admitiría, como tampoco fueron admitidas las excusas de los primeros invitados.

Vivencia.

Procura tú responder a la invitación que te hace Dios a vivir en su intimidad; pero ten presente que no basta responder, sino que es pérsico vivir luego la respuesta con la entrega total y sin reservas. Quizás está viviendo muy de tus sentidos y no tanto de tus potencias, muy extravertidamente y poco en interioridad. Solamente aquellos que se dedican a cultivar en su interior la intimidad de Jesús son los que saben y conocen por propia experiencia las dulzuras y la intima paz y serenidad que se apodera de su alma. Si en tu vida hay algo así como un dejo de disgusto, piensa que quizás sea porque te falta responder al llamado del Señor para que asistas a ese festín de sus intimidades, de su traro amistoso.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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