jueves, 14 de agosto de 2014

Jueves de la decimonovena semana.

Jueves de la decimonovena semana. Mateo 18,21-35 "¿Cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga?" Los cristianos deben pe

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Jueves de la decimonovena semana.

Mateo 18,21-35

"¿Cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga?"

Los cristianos deben perdonasen mutuamente, así como ellos son perdonados por Dios.

En el anterior Evangelio se nos habló de corrección fraterna ha y ahora se nos pone una exigencia de la caridad: el perdón de las injurias, indispensable para que la caridad pueda reinar entre los hermanos.
Pedro pregunta a Jesús, como sugiriéndole alguna imitación a la caridad; Pedro cree que se muestra amplio y generoso, proponiendo como máximum perdonar siete veces.

Si bien el número siete es un número indefinido en la Biblia, pero el sentido que Pedro parece dar a su exposición es que según él tiene que haber algún limite en el que cese el deber de perdonar, si la ofensa continúa.

Jesús rechaza de plano y sin dejar lugar a réplica esas limitaciones; Jesús emplea otro número simbólico, haciendo que éste resulte verdaderamente indefinido, recalca hiperbólicamente con los múltiplos del siete, para subrayar más la necesidad de un perdón sin límites.

Hay que perdonar, perdonar siempre y perdonar de todo corazón; la caridad no reconoce límites, ni disminuciones o atenuantes: se ama de veras y, por tanto, se ama siempre.

El Padre celestial nos enseña cómo debemos perdonar de corazón a nuestro prójimo; es Él mismo el que pone en nosotros un corazón que, pese a todas las dificultades y sentimientos humanos, es capaz de perdonar al prójimo, de rogar por él y de desearle todo bien.

Pablo nos recordará más tarde esta enseñanza, cuando escribiendo a los Efectos dice: "Sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros, como Dios los perdonó en Cristo" (Ef 4,32)

"Ten paciencia conmigo y te pagaré la deuda."

Con la parábola del deudor absuelto, que a su vez se comporta sin misericordia con un deudor suyo, Jesús esclarece el mensaje del perdón de las injurias, exponiendo una de sus más bellas parábolas, haciendo ver el plan de Dios sobre los que no perdonan.

Para ello Jesús pone en contraste La generosidad de Dios, que perdona deudas tan exorbitantes, y la mezquindad del hombre que no es capaz de disimular las pequeñas molestias que recibe en el trato con los demás.
Tanto es la diferencia entre el pecado cometido por nosotros contra Dios y los pecados que el prójimo comete contra nosotros cuando es la diferencia entre la suma exorbitante de diez mil talentos y unos pocos denarios.
Claramente se deduce este texto evangélico que Dios no nos perdonará nuestras graves y numerosas ofensas hacia Él, si nosotros no perdonamos a nuestros hermanos las ofensas que ellos no infieran.

"Lo mismo hará a mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos". ¿No es justo, por lo tanto, que si nosotros pedimos perdón a Dios de nuestros pecados y Él nos lo concede con libertad y misericordia, perdonemos también nosotros las ofensas que nuestros prójimos nos hicieron? Sin embargo, cuánto nos cuesta perdonar y disimular.

Vivencia.

Siempre que reces el Padrenuestro deberás tener atención en aquella petición: "perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos"; ella podrá servirte de guía en el modo que tú debes perdonar a los que te ofenden, a fin que tu perdón amplio y sincero sea la guía del perdón que tú recibas de Dios. Perdona de corazón a tus ofensores, si quieres que también el Señor te perdone a ti. La dureza de corazones prójimos hará que el Corazón de Dios se cierre para ti. No permitas que por pequeñas cosas, como puede ser una desatención, un olvido, se quebrante la caridad que debe animar siempre las relaciones fraternas entre los hijos de Dios.
No guardes nunca rencor en tu corazón por nada y contra nadie; purifica tu corazón de todo sentimiento que no sea el amor a Dios y a tus hermanos.

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