jueves, 7 de agosto de 2014

Jueves de la decimoctava semana.

Jueves de la decimoctava semana. Mateo 16,13-23 "Feliz de ti, Simón, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre, que e

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Jueves de la decimoctava semana.

Mateo 16,13-23

"Feliz de ti, Simón, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre, que está en el cielo."

Habla Jesús del "Hades"; este termino (en hebreo sheol) designa la misión de los muertos y así las puertas del Hades personificadas evocan las profecías del Mal, que tras haber arrastrado a los hombres a la muerte del pecado, los encadenan definitivamente en la muerte eterna. A imitación de su Maestro muerto y resucitado, la misión de la Iglesia será la de arrancar a los elegidos el imperio de la muerte, para hacerlos entrar en el Reino de los cielos.

"Atar" y "desatar" son dos términos técnicos del lenguaje ravínico, que primeramente se aplicaban al campo disciplinar de la excomunión a la que se condena (atar), o de la que se absuelve (desatar) a alguien, y ulteriormente a las decisiones doctrinales o jurídicas con el sentido de prohibir (atar) o permitir (desatar).

Pedro, como mayordomo (cuyo distintivo son las llaves) de la Casa de Dios, ejercerá el poder disciplinar de admitir o excluir según el Evangelio, y administrará la comunidad por medio de todas las decisiones oportunas en materia de doctrina y moral; es decir, que la misión de Pedro será declarar lo que es y lo que no es lícito para los miembros de la Iglesia. Sentencias y decisiones que serán ratificadas por Dios en lo alto de los cielos.

Después de oír lo que la gente pensaba de Él, Jesús se dirige a sus apóstoles, para preguntarles abiertamente qué es lo que a esas alturas de su vida y de su convivencia de dos años con Él. Y no se menciona lo que los otros apóstoles respondieron; solamente la respuesta de Pedro, para dar lugar a su confesión de la mesianidad de Jesús, por un lado, y, por otro, a la imposición por parte de Jesús del primado apostólico.

Pedro confiesa: "Tú eres el Cristo (el Mesías), el Hijo de Dios vivo".

A la confesión de Pedro va a seguir la respuesta de Jesucristo.

"Tú eres Kéfas", es decir: piedra, y sobre esta piedra Jesucristo promete edificar su Iglesia. Pedro será la roca inconmovible del nuevo edificio que Jesús trata de levantar: su Iglesia, es decir, que se le confía el gobierno de toda la Iglesia; estas palabras constituyen la promesa formal del servicio de Pedro en la Iglesia.

Al reino mesiánico Jesús llama "su Iglesia". Ya había hablado Jesús de una casa edificada sobre una roca (Mt 7,24) y ahora es su Iglesia la que Él quiere construir y cimentar sobre roca firma.

La promesa se Jesús es que el poder del mal no podrá prevalecer contra el bien.

"Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres."

No es de extrañar en Pedro la dificultad para aceptar aquella profecía de que Jesús debía padecer; en efecto, ya hemos visto que Pedro conocía y confesaba la mesianidad de Jesús; ahora bien, la imagen que Pedro se había formado del Mesías, deformada por los perjuicios rabínicos de un Mesías triunfador y nacionalista, difícilmente podía aceptar ahora la imagen de un Mesías doliente, humillado y muerto en la cruz y condenado por los mismos jefes de la nación.

No es, pues, extraño que Pedro proteste contra lo que oye decir al Maestro.

Sin embargo, Jesús abiertamente comenzó a exponerles la necesidad de su muerte, según el plan de Dios: "Desde aquel día Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos....", luego se ve que no le hizo una sola vez, sino que comenzó a hacerlo entonces: "que Él debía..." según el plan de Dios, según los pensamientos de Dios. Siempre el plan de Dios en contraposición al de los hombres.

Siempre el plan de Dios en tu vida, los pensamientos de Dios y no los tuyos; plan de Dios que debes reconocer y aceptar, aunque no siempre coincida con tus planes personales. Fíjate que dentro de los planes de Dios sobre ti puede muy bien entrar la humillación, el sufrimiento y así los debes aceptar tú en tu vida, no precisamente por ser humillación o sufrimiento, sino por reconocer en ellos el plan de Dios.

Jesús había padecer y morir, ya porque en el plan de la divina Providencia sus padecimientos habían de ser causa de nuestra salvación, ya para indicarnos que el sacrificio es absolutamente necesario en la vida cristiana.

Pedro no entendía las cosas de Dios y somos también muchos los que, por no ponernos en el plan de Dios, tampoco entendemos las obras de Dios.

Vivencia.

Cuánta necesidad tienes de despojarte de tus criterios humanos, para adoptar únicamente el criterio de Jesucristo, el Evangelio; con criterios humanos no se puede entender la Palabra de Dios, se revela una contra el dolor, se rechaza el sacrificio y no se requieren admitir las pruebas que para nuestro bien nos envía el Señor. Deja que te anime el Espíritu de Dios y entonces captarás en todas las cosas y acontecimientos el sentido de Dios y con el sentido de Dios todo cobrará nueva dimensión, y la vida misma la vivirás a nivel de Dios y no a nivel meramente humano o social.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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