martes, 21 de octubre de 2014

Martes de la vigésima novena semana.

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Martes de la vigésima novena semana.

Lucas 12,35-38

"Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda."

Dios espera, pero no avisa; nos espera, porque es infinitamente bueno y misericordioso; pero no avisa, a fin de que estemos en constante preparación para presentarnos en su divina presencia cuando Él vuelva.

El tiempo intermedio hasta la Parusía o vuelta triunfante del Señor es el tiempo que ahora vivimos, es el tiempo de la Iglesia; este tiempo exige una actitud: la de vigilar, la de estar atentos preparados para cuando el Señor disponga venir a nosotros.

La expresión "estén preparados, ceñidos" se refiere a la acción de alzar los vestidos y ceñirlos en la cintura, a fin de que no estorbaran para el trabajo; los largos hábitos y las amplias túnicas que usaban los orientales, era un estorbo para trabajar; por eso se los ceñían a la cintura cuando debían dedicarse al trabajo.

La expresión "estén con las lámparas encendidas" se refiere con suficiente claridad a la actitud de espera y vigilancia con la que cedemos de continuo para la vendida del Señor y al espíritu de autentica y verdadera fe con la que debemos vivir.

"Los hombres que esperan el regreso de su Señor" están en vigilancia y preparados a recibirlo, no bien aparezcan los primeros signos de que está llegando.

Porque el Señor ciertamente volverá; no sabemos ni el día ni la hora; porque sabemos con toda la seguridad que el Señor ha de volver y que volverá entonces ya triunfante y glorioso, para juzgan al mundo por su incredulidad.

De todo esto se deduce la necesidad de la vigilancia y la de fidelidad den bien cristiano, buen dicipulo y servidor de Jesucristo.

"Felices los servidores a quienes el Señor encuentre despiertos a su llegada."

Al venir el Señor....

San Lucas habla de la segunda venida y tercera vigilias; la costumbre judía dividía la noche en tres vigilias; no importa lo que se prolongue la espera, lo que interesa es ese periodo indefinido de la espera que es el tiempo de la Iglesia.

Dios viene en muchas ocasiones a nosotros; finalmente vendrá al tiempo de nuestra vida; en todas esas ocasiones te debe encontrar despierto y vigilante.

Jesús es nuestro SALVADOR y Él viene para salvar; su venida siempre tiene un sentido soteriológico, de salvación.

Durante el tiempo de la espera hasta su último y definitivamente vuelta de la Purusía suele venir Jesús hasta nosotros con las inspiraciones de su gracia; esas vendidas intermedias no son preparación para la venida definitiva.

"Los servidores deben estar despiertos" esperando la llegada del Señor, nos dice el Evangelio; los cristianos debemos permanecer alerta, esperando el paso de Jesús, a fin de responder a lo Él quiere inspíranos y secundar los mociones del divino Espíritu.

Vivencia.

El fin siempre da sentido a los medios y les imprime cierta modalidad. Según el Evangelio, el fin del cristiano es instaurar en él mismo y en el mundo el Reino de Dios y mediante eso llegar a la definitiva salvación.

El valor de las cosas y del tiempo es relativo; nunca debes tú suponer en ellas un valor absoluto y nunca debes apegarte a ellas, si permitir que ellas posean tu corazón; siempre debes estar dispuesto a dejar las cosas, no bien descubras que, en lugar de medios, se han convertido para ti en obstáculos o impedimentos.

Tú debes ser el discípulo fiel, siempre dispuesto a servir a tu Señor. Él es el dueño de tu vida; Él debe ser el dueño de tus actos. Siempre fiel, siempre vigilante, siempre sumiso a las ordenes y aun a los simples gustos de tu Señor, que es Cristo Jesús.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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