jueves, 2 de octubre de 2014

Jueves de la vigésimo sexta semana.

Pan y Vida se fundó para llevar consuelo, alivio, en tantos momentos difíciles que pasamos a diario ayúdenos a seguir http://bit.ly/1uVrtQZ __ Jueve

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Pan y Vida se fundó para llevar consuelo, alivio, en tantos momentos difíciles que pasamos a diario ayúdenos a seguir http://bit.ly/1uVrtQZ

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Jueves de la vigésimo sexta semana.

Lucas 10,1-12

"La cosecha es abundante y los trabajadores son pocos."

Anteriormente Jesús había enviado a sus doce apóstoles y ahora envía otro grupo de setenta y dos discípulos con la misma finalidad evangélica que los doce; con esto nos quiere enseñar Jesús en que la misión de evangelizar no es exclusiva del la Jerarquía sino de todo el que dice discípulo de Jesucristo.

Por un lado, "la cosechas abundante" y, por otro lado, todos los discípulos están llamados a recoger esa cosecha; de eso se deduce que la misión de la Iglesia de Jesucristo es evangelizar el mundo.

"La cosecha es abundante y los trabajadores son pocos"; son muchos los que necesitan evangelización, son muchos los que no conocen a Dios, ni los designios de Dios, que son designios de salvación; son muchos los hijos de Dios que viven alejados de la casa paterna; esa es la miesdel campo del Padre celestial, mies que ya amarilla en una disposición de madurez.

Y por el lado contrario los obreros son pocos; el misionero en el mundo anuncia la cercanía del Reino de Dios.

El hombre de hoy, desengañado de la ciencia, de la técnica, de la política, de la sociología, se ha convencido de que nada ni nadie podrá resolverle sus problemas ni calmarle sus angustias; incluso los inventos modernos, los adelantos y conquistas de último momento no hacen sino despertar y agudizar cada vez más las inquietudes humanas.

Hoy más que nunca se necesitan apóstoles y profetas que nos hablen de Dios y nos hablen en Nombre de Dios; el mundo necesita quien le muestre el camino de la verdad.

Se necesita más obreros que recojan las mies; se necesitan hombres que se entreguen a la implantación del Reino en este mundo; hombres que no piensen en sí y en cambio se desvivan por los demás; hombres que no pongan su ideal en la transmisión del mensaje del Evangelio; hombres que no busquen sus personales conveniencias, sino el bien espiritual de su prójimo; hombres que estén dispuestos a sacrificarse, a inmolarse, a morir por Cristo, como Cristo murió por nosotros.

"Digan a la gente: el Reino de Dios está cerca de ustedes."

El discípulo es un caminante que prepara el lugar por donde su Señor ha de pesar; enuncio de estos caminantes es la paz; Jesucristo es la paz.

El Reino de Dios se aproxima con la misión de los discípulos que extienden su actividad; a todos hay que anunciarles la Buena Noticia de que "el reino de Dios está cerca."

No debes considerar el Reino de Dios como algo ajeno, o como algo que te pertenezca, como algo con lo que nada tengas que ver.

El Reino de Dios está cerca, muy cerca de ti, está dentro de ti mismo; el Reino de Dios ni es una actitud externa, o una serie de obras o de costumbres a las que debemos amoldarnos; el Reino de Dios el que reine verdaderamente el amor: el amor a Dios y el amor del prójimo.

Este amor conscientemente vivido y eficientemente manifestado será la razón de ser y el móvil de todas las acciones externas, que en él cobraron valor y merito.

El Reino de Dios es también algo tuyo, no es algo ajeno a ti; no puedes tú adoptar frente al Reino de Dios una actitud de presidencia; no es algo con lo que nada tengas que ver, o que no deba interesarte.

Vivencia.

El Reino de Dios es establecer en tu corazón una amplia unión vital con Dios; unión vital que abarque toda la vida, que se proyecte a toda la vida, a todas las circunstancias de la vida. Esta vida de Dios en ti y ese vivir tú la vida de Dios no es algo fácil, pero éste debe ser tu ideal: llegar a compenetrarte íntimamente del Espíritu de Dios, llegar a que el Espíritu de Dios marque la ruta en tu vida y señale la orientación que deben tomar los actos de tu vida. Implantar el Reino de Dios en el mundo, pero implantarlo en el mundo comenzando por implantarlo en tu corazón, en tu propia vida; nada debes hacer, nada debes sentir, nada debes hablar que no éste acorde con el Reino de Dios, que es de justicia, de verdad, de amor y paz.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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