viernes, 28 de agosto de 2015

Viernes de la vigésima primera semana

Viernes de la vigésima primera semana. Mateo 25, 1-13 "Salgan a su encuentro...." Aquel grito de alerta: "¡Que viene el Señor!", debe resonar de co

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Viernes de la vigésima primera semana.

Mateo 25, 1-13

"Salgan a su encuentro...."

Aquel grito de alerta: "¡Que viene el Señor!", debe resonar de continuo en tus oídos y en tu corazón y ese grito debe hacerte poner en acción, para prepararte en su venida

A veces viene el Señor en una humillación que Él nos permite y que tiene la virtud de despojarnos a nosotros mismos, para dar lugar al Señor que quiere venir.

Una duda que en determinado momento atenazó nuestro espíritu, puede tener la virtud de excitarnos íntimamente, para estimular la actividad de nuestro corazón.

Una tentación y aun una caída puede obrar en nosotros como despertador que levante nuestro corazón al Señor y lo ponga en tensión hacia Él.

Viene el Señor y las almas santas salen a su encuentro, poniéndose a su disposición con aquel "¡hágase!" que pronunció la más Santa de todos los santos. Con ese "¡hágase!" los santos se vaciaron de sí mimos, despojándose de cuanto eran ellos, para dar lugar al Espíritu Santo, a sus inspiraciones, a sus impulsos, a sus dones y a sus gracias.

Hay que vaciarse de sí mismo para llegar a la plenitud de Jesucristo en nosotros; hay que humillarse en lo más profundo de la propia humillación, para poder llegar hasta la altura de Dios Trino: Padre, Hijo y espíritu Santo.

Viene el Señor y que salir a sus encuentro con las lámparas arregladas, en las que abunde el aceite de la fe, que pueda dar una luz suficiente, para saber descubrir a Dios en todo momento.

Las lámparas de esta parábola son estrictamente metafóricas para significar la recta conducta que el cristiano debe siempre observar. Así también las vírgenes prudentes son los cristianos inconsecuentes en su vida con los principios que sostiene en su mente.

El aceite, también metafórico, nos está recordando las buenas obras necesarias para mantener encendida la lámpara de nuestra fe, y el sueno que se apoderó de las diez vírgenes simboliza la tibieza espiritual de los cristianos.

Sal al encuentro del Señor y el Señor saldrá a tu encuentro; siempre el Señor el que toma la delantera y la iniciativa y por eso siempre es suyo el merito. Él siempre nos busca, nos llama, nos sigue requiriendo nuestra respuesta y ofreciéndonos a su amor.

Acepta, pues, el amor que Dios te ofrece, responde a su llamamiento, porque Dios quiere obrar en ti, pero también quiere obrar contigo.

"Les aseguro que no los conozco."

Ciertamente hay ya señalado un día y una hora, es decir, un preciso momento en que deberás presentarte delante de Señor; tú lo ignoras, no lo conoces, no lo sospechas, quizás ni piensas en él; pero ese momento se va acercando inexorablemente en ti; no porque tú lo olvides, ese momento deja de acercarse a ti; como también por más que tú te olvides de Dios, no se te ocurra pensar que Dios se olvida de ti.

Si quieres que ese momento no te sorprenda sin estar debidamente preparado, espéralo tú viviendo en la practica constante de las buenas obras; vive siempre pensando en Dios, haciendo las cosas por Dios, no sea que Dios te desconozca; Él dice que lo que no se hace por Él, queda desconocido por Él; no busques que las criaturas, sean ellas cuales fueren, te recompenses lo que hagas por ellas; si lo haces por ellas, indudablemente son ellas las que te lo tienen que retribuir; pero las cosas que las haces por Dios, a Él le corresponde darte la recompensa.

Qué pena grande debe ser realizar las obras buenas sin pode esperar recompensa alguna; qué pena que después de una vida de esfuerzos y sacrificios se tenga que escuchar aquella palabra del Evangelio" "Les aseguro que no los conozco."

Vivencia.

Tu vida solamente ha de ser una lámpara encendida que brille con la luz de la fe, para que esa luz esté siempre luminosa, siempre lucida; será preciso que poseas y almacenes una buena cantidad de aceite de la piedad. Solamente con la vida de la piedad de la fe estará siempre brillante y lucirá vigorosa, de tal surte que sea fe ilumine todas tus obras, que así serán hechas en Dios y por Dios. No has de temer la vendida de Dios; has de temer el hecho de que el Señor pueda sorprenderte no debidamente preparado; por eso que el Señor pueda sorprenderte no debidamente; por eso es que debes de vivir constantemente preparado a fin de que en ti se cumpla la acción de las vírgenes prudentes: entra en el banquete de las bodas del Reino.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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