domingo, 30 de agosto de 2015

Lunes de la vigésima segunda semana

Lunes de la vigésima segunda semana. Lucas 4,16-30 "El Espíritu del Señor está sobre mí; porque me ha consagrado por la unción..." Tú también debes

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Lunes de la vigésima segunda semana.

Lucas 4,16-30

"El Espíritu del Señor está sobre mí; porque me ha consagrado por la unción..."

Tú también debes obrar siempre y en todo momento impulsado por la mociones del Espíritu Santo y has de invocar al divino Espíritu de un modo explicito; cuando hagas movido por el Espíritu Santo, o prefieres, cuando el Espíritu Santo obre ti, será beneficioso para ti para la Iglesia.

Santa Teresita del Niño Jesús, que tanto sabia de la acción del Espíritu Santo, exclamó quejosamente en cierta ocasión: "¡Qué cosa tan maravillosa haría Dios en las almas, si las almas se dejaran hacer!"

Deja que el Espíritu Santo obre sobre ti, descienda sobre ti y actué por ti para lo que Él quiera, aunque en algunas cosas y en algunos casos no siempre lo que el Espíritu Santo quiere de ti y en ti, conceda con lo que tú quieras de ti y en ti. Olvídate de ti mismo y entrégate plenamente al Espíritu.

Jesús recibe al Espíritu que lo mueve a "llevar la Buena Noticia a los pobres, anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar libertad a los oprimidos."

Piensa que Dios también te ha ungido a ti; tú eres el Cristo de hoy, el Cristo de aquí, el Cristo para los hombres de hoy; tú estás ungido para estos hombres de hoy; tú estás ungido para estos hombres de hoy y de aquí, a quienes debes transmitir la liberación y la resurrección.

Para todo esto te ha ungido el Señor y cuando realices todo eso, debes sentir sobre ti al Espíritu Santo, actuando en ti y actuando a través de ti; por eso te decía que debes ponerte a disposición del Espíritu como dócil instrumento, para que en ti y por ti realice el Espíritu su obra salvadora y santificadora.

No temas, pues, sentirte el ungido del Señor, pero obra en todo como lo que eres.

"Todos daban testimonio a favor de É y estaba llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca."

Los asistentes de la sinagoga escucharon el comentario que Jesús mismo hizo el texto tomado del texto Isaías, aplicándoselos sí mimo; escucharon la Palabra de Dios, las enseñanzas de Jesús y todos quedaron cautivos y entusiasmados.

Es la eficacia de la Palabra de Dios, cuando cae en corazones sencillos y dóciles; es la primera condición, la primera obligación que tenemos respecto de la Palabra de Dios; escucharla, abrirle el corazón, recibirla, meditarla y profundizarla.

Pero en todos modos el Señor Jesús llama dichosos y felices, no a los que solamente escuchan la Palabra de Dios, sino a los que la escuchan y la cumplen: "Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan" (Lc 11,28).

La gente sencilla que escucha a Jesús no se contentó con escucharlo, sino que luego "todos daban testimonio a favor de Él".

He aquí lo que tú debes hacer: debes dar testimonio de Jesucristo con tus obras, con tu vida; tú debes ser testimonio viviente del Señor, ya que tú eres ahora el que escucha la Palabra de Dios.

Además de dar testimonio, la gente sencilla "estaba llena de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca."

No dejes tú también de admírate y de regocijarte en lo intimo de tu corazón de lo que lees que dijo Jesús; las palabras del Señor que ahora tú lees en ele Evangelio, sin las mismas palabras que golpearon los oídos y el corazón de los que escucharon al Señor; ¿Cómo no reconocer, pues, que esas palabras y esa doctrina, aumenta la gracia y mueven a transmitir la gracia.

Vivencia.

De la boca de Jesús salían "palabras de gracia"; también debes salir de la tuya palabras saturadas de gracia, palabras de comprensión, palabras de fe y de amor; ahora eres tú el que tiene que hablar; Jesucristo te ha cedido el lugar, ocupas tú su puesto y compartes su misión. El mundo de hoy espera oír de ti "palabras de gracia", llenas de luz para un mundo que está caminado a oscuras, llenas de paz para un mundo desgarrado por la guerra, llenas de generosidad para un mundo devastado por el egoísmo.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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