lunes, 17 de agosto de 2015

Lunes de la vigésima semana

Lunes de la vigésima semana. Mateo 19,16-22 "Maestro, ¿qué obras buenas debí hacer para conseguir la Vida eterna?" Jesús está hablando ante la mult

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Lunes de la vigésima semana.

Mateo 19,16-22

"Maestro, ¿qué obras buenas debí hacer para conseguir la Vida eterna?"

Jesús está hablando ante la multitud que lo escucha con avidez; entre esa multitud se halla un joven de mirada pura y de corazón sencillo; este joven al terminar Jesús su alocución se presenta a Él deseando algo más que el cumplimiento de los preceptos de la Ley; este joven espera de Jesús una regla de vida más perfecta que los mandamientos, para asegurarse la vida eterna; no espera que Jesús lo remita lisa y llanamente a los mandamientos del Decálogo.

El joven sentía deseos de perfección; quería ser algo más que un mero cumplidor de la Ley; se había sentido arrastrado por la santidad que vislumbraba a través de las palabras de Jesús.

Por eso se dirige al Maestro y le pregunta: "¿Qué debo hacer?"

Y así lo hace el Maestro; le recuerda primeramente la observancia a los mandamientos, pero le abre el camino hacia una vida más perfecta: el desprendimiento voluntario, que le permitirá seguir a Aquel que nada posee.

Pero el joven no se anima y retrocede y se desilusiona él y se desilusiona a Jesús, que había puesto mirada en él como en un futuro apóstol.

Cada uno de nosotros en un determinado momento de nuestra vida ha tenido que hacerle esa misma pregunta al Maestro bueno: "¿qué debo hacer?" ¿Qué quieres que haga? ¿Cuál es tu voluntad sobre mí?

La vida es un llamado de Dios y nosotros tenemos que conocer a qué nos llama. Al joven del Evangelio Jesús le descubrió una misión especifica; a nosotros ya nos la hará descubriendo probablemente, pero ahora nos esta responder debidamente a llamado.

El primer paso que debemos dar para llegar a la perfección es desearla sinceramente y de todo corazón; en verdad, que si esos deseos son estériles porque no se refleja en las obras, de nada nos sirven en concreto; pero también es cierto que no se llega a las obras buenas sin un previo deseo de mejoramiento y perfección.

"Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo; después ven y sígueme."

Este pasaje es la fuente de los consejos evangélicos en la tradición católica.

La perfección que se contempla aquí es la de la economía nueva, que supera a la antigua dándole cumplimiento. Todos son igualmente llamados a ella según aquel precepto del Maestro de carácter universal: "Sean perfectos como es perfecto mi Padre que está en el cielo" (Mt 5,48).

Mas, para establecer el Reino, Jesús necesita colaboradores especialmente disponibles; a ellos es a quienes pide la renuncia radical a las preocupaciones de la familia. Necesita Jesús nuevos dispensadores de sus misterios.

El joven del Evangelio no tubo ánimo para decidirse a seguir el plan que Jesús le proponía y así, al oír la respuesta de Jesús, se entristeció "porque poseía muchos bienes".

Allí se frustro el plan de Dios; tremendo poder del hombre, que es capaz por el abuso de su libertad de frustrar nada menos que los planes del Creador; pero también tremenda responsabilidad, si por culpa del hombre no se lleva a cabo lo que Dios tenia planeado.

Yoda vocación es un llamado personal de Dios al hombre; y el hombre puede decir que sí, o puede rechazar el llamado.

Vivencia.

Pregúntate si estás satisfecho de ti mismo, de la vida que llevas y cómo la llevas. ¿No crees que la podrías mejorar? ¿Que quizás podrías hacer algo más de lo que haces? Si le preguntas al Maestro, puede ser que también tú escuches la invitación a un mayor sacrificio y a una mayor entrega. No ahogues los buenos deseos que brotan en tu corazón; mira que son impulsos del Espíritu Santo; no dilates más tiempo la entrega a una vida de mayor perfección; consulta con Jesús en el Sagrario y luego no hagas lo que te parezca a ti, sino lo que le aparece a Él, lo que a Él le agrada, lo que Él tiene en su plan sobre ti, en una palabra: lo que Él espera de ti.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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