jueves, 27 de agosto de 2015

Jueves de la vigésima primera semana

Jueves de la vigésima primera semana. Mateo 24,42-51 "Están preparados porque ustedes no saben qué día vendrá el Hijo del Hombre." El sentido gener

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Jueves de la vigésima primera semana.

Mateo 24,42-51

"Están preparados porque ustedes no saben qué día vendrá el Hijo del Hombre."

El sentido general o el nervio central de las parábolas que siguen es en todas el mismo: no hay que estar preparado por medio de una vida recta, pero la practica de las buenas obras.

En esta primera parábola Jesús exhorta a los suyos a permanecer en vigilancia; no sabemos exactamente ni el día, ni la hora de su venida, es decir: el momento de su venida, y esto no nos debe hacer desesperar, o crear en nosotros sentimientos o situaciones de angustia y temor; pero sí que nos debe mover a permanecer activos y en perpetua vigilancia y en una prudente y confiada espera.

La angustia y el temor no son obras de Dios, ni son queridas por Dios; más bien lo que Dios desea y lo que Dios nos da es la paz y sinceridad de espíritu, la amorosa confianza en su divina Providencia.

Velar, estar atentos, hallarse siempre prontos acompañado la vigilancia con la continua oración.

Vigilancia sobre todo aquello que de una u otra forma nos puede apartar de Dios, del cumplimiento de nuestros deberes; vigilancia para responder adecuadamente a nuestra vocación al apostatado.

Vigilancia para que nada hay en tu vida que sujete demasiado tu entendimiento, absorba tus pensamientos o entorpezca tu corazón.

Vigilancia para que no se enfoque tu corazón, apartándose del camino del buen orar.

Vigilancia para que las ocupaciones cotidianas, los deberes de cada día no lleguen a ocupar embarazosamente tu corazón, no lo abatan por un lado o no lo encanten por otro, negándolo o inutilizando.

No basta nuestra vigilancia, ni basta nuestro interés, ni nuestro esfuerzo; sin la ayuda de Dios nada conseguiréis y no podríamos preservar en la practica del bien, en el camino de la virtud. Y como, ordinariamente hablando, la gracia de Dios, la ayuda de Dios, se nos concede por la oración, por eso nos exhorta Jesús a que oremos sin interrupción.

El Señor quiso que nos fuera desconocida la hora de su vendida, para que esa hora nos fuera siempre sospechada y mientras no podemos preverla, la esperamos siempre.

Otra aplicación de este texto es el cuidado que debes de ti mismo, de tu propia vida.

"Estén preparados", nos advierte el Señor. Yo quiero suponer que tú eres un apóstol de Jesucristo y a los apóstoles del Señor también deben sentir como dichas para sí estas palabras, no sea que mientras se dedican a los demás, se descuidan ellos en su propia vida interior.

"Estén preparados", es decir, procuren que no los dominen las cosas materiales o las obligaciones de orden temporal; si bien es necesario cumplirlas, no hay que permitir que el corazón quede aprisionado entre ellas sin deseos, ni fuerzas, ni entusiasmo para dedicarse a las cosas del espíritu,

"Servidor fiel y prudente....."

En esta segunda parábola Jesús recomienda la fidelidad a la voluntad de Dios. El Señor ha puesto la mano y bajo la responsabilidad de cada uno de nosotros algunos bienes espirituales y de ellos debemos rendirle cuenta después de haberlos administrado con rectitud en bien propio y en bien de los demás.

Esa es nuestra responsabilidad: administrar debidamente los dones de Dios.

"Dos cosas quiere y exige el Señor en sus servidores: la prudencia y la fidelidad; la prudencia para conocer cómo y cuánto dispensará lo que fue confiado; la fidelidad para no usurpar, no hacer suyo nada de cuanto pertenece al amo" (San Juan Crisóstomo).

Servidor fiel y prudente debes ser en todo cuanto se refiere a tu vida espiritual, a tus relaciones personales con Dios; fiel a todas las gracias recibidas de su paternal bondad; fiel a tus compromisos bautismales o de consagración a Dios y a la extensión de su Reino.

Y servidor prudente con la prudencia del Evangelio y no con la prudencia de la carne que no busca sino lo que es de su agradado y placer.

Vivencia.

La costumbre de hacer las noches un breve examen de conciencia te ayudará seguramente a estar preparado y a vivir siempre dispuesto a rendir cuentas al Señor. Si cada día te examinas, te controlas, te estimulas, será muy difícil que la venida del Señor te halle desprevenido; estarás siempre dispuesto para recibir la visita del Señor. En consecuencia, por mayor atención a este medio de santificación y practícalo con mayor seguridad.

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