miércoles, 23 de julio de 2014

Miércoles de la decimosexta semana.

Miércoles de la decimosexta semana. Mateo 13,1-9 "Otras semillas cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras semillas, otras treinta."

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Miércoles de la decimosexta semana.

Mateo 13,1-9

"Otras semillas cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras semillas, otras treinta."

En las parábolas se enseña alguna verdad de orden sobrenatural. En toda parábola hay una imagen material y una enseñanza espiritual, fundada en alguna semejanza que se encuentra entre una y otra. Con frecuencia algunos detalles meramente descriptivos, que se hallan en la imagen o relato, son elementos literarios sin mayor significación para la enseñanza fundamental que se pretende exponer.

Como la gente sencilla conocía bien las tareas del campo, las empleaba Jesús como comparaciones, para hacer más fácilmente intangibles las verdades espirituales.

En esta parábola del sembrador dice Jesús que parte de la semilla echada a voleo sobre el campo fue comida por los pájaros.. Como aclara Jesús que la semilla es la Palabra de Dios, debemos pensar que en algunos cristianos en cuyos corazones cae la semilla de la Palabra Divina, no llega a echar raíces, porque los pájaros de las preocupaciones materiales no dejan al cristiano el reposo suficiente para poder meditar.

Otras semillas fueron pisadas por los caminantes... Cuando el humano corazón hay mucho ir y venir por cosas que distraen, la Palabra de Dios nos halla el ambiente que requiere para su fecundación.

La tierra rocosa impide que la semilla puede echar fuertes raíces y termina por ser quemada por el ardor del sol. Los cardos y los espinos, que en Palestina alcanzaban la altura de cerca de un metro, ahogan también la semilla que cae cerca de ellos; la Palabra de Dios queda ahogada por los cardos y espinos de las pasiones humanas; es preciso tener el alma por encima de las tensiones pasionales, a fin de que pueda ser fecundada y eficiente.

Pero luego la semilla que cayó en tierra fértil y libre de impedimentos, dio fruto en mayor o menor abundancia, según la preparación del terreno.

Es decir que con esta parábola pretende el Señor describir la diferente actitud y disposición que se puede tener ante su mensaje, esto es, la diversidad de los efectos de la Palabra de Dios, según las distintas disposiciones con que se la recibe.

La suerte de los granos de trigo que caen de las manos del sembrador es muy diversa, según el sitio donde cayeron; y la eficacia de la Palabra de Dios, que cae nuestros corazones, dependerá de cómo sea aceptada por nosotros. Por más que la Palabra de Dios o la palabra de los hermanos llegue hasta nosotros cargado de sentido y espiritualidad, si nosotros nos aserramos con la coraza de la susceptibilidad, de la soberbia enervante, que nos hace descubrir todo lo malo y negativo y cerrar los ojos a todo lo bueno y positivo, nada seguirá en nosotros la misma Palabra de Dios aunque sea el mismo Jesús quien nos la diga.

Es preciso preparar el terreno, abrir nuestro surco, para que Él pueda sembrar su Palabra y luego es preciso presentar un espíritu sensible a esa Palabra.

"El que tenga oídos, que oiga"

Es la sería advertencia con que termina el Señor la explicación de su parábola.

Es una especie de invitación, ya que para la reflexión personal, ya para acudir al mismo Maestro en demanda de aclaración y profundización de su enseñanza.

Quizás también a cada uno de nosotros nos diga Jesús en este momento lo mismo que le dijo entonces a los que lo enfrentaban: "El que tenga oídos.... el que tenga buena voluntad de oír, el que esté dispuesto no tanto a juzgar, cuando a recibir lo que Dios quiere ofrecerle, el que tenga la suficiente limpieza de corazón como para merecer que el Espíritu de Dios lo ilumine, ése entenderá la Palabra de Dios.

Vivencia.

Síguese en toda lógica la necesidad que tenemos de purificar nuestra conciencia, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestros deseos, a fin de que no impidan la obra de la gracia en nosotros. No terminemos esta reflexión sin decirle al Señor en nuestra intimidad: "Señor, purifícame y haz que tu Palabra penetre mi espíritu y lo santifique."

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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