jueves, 10 de julio de 2014

Jueves de la decimocuarta semana.

Tú, Señor, me sacaste del seno materno, me confiaste al regazo de mi madre; a ti fui entregado desde mi nacimiento. Salmo 22 Jueves de la decimocuart

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Tú, Señor, me sacaste del seno materno, me confiaste al regazo de mi madre; a ti fui entregado desde mi nacimiento. Salmo 22

Jueves de la decimocuarta semana.

Mateo 10,7-15

"Han recibido gratuitamente; den gratuitamente."

Lo que hemos recibido gratuitamente, "de gracia", es la salvación del Señor. El haber sido elegidos para ser depositarios de su mensaje y luego destinados a ser enviados o apóstoles, transmisores de ese mismo mensaje, que nosotros hemos recibido sin merito alguno de nuestra parte.

La gratitud nos debe mover a no guardar para nosotros solos el don recibido, sino compartirlo con los demás, ya que todos están llamados por el Señor a la salvación.

Por otra parte, si a nosotros se nos dio, no fue para que lo usufructuáremos egoístamente, sino ser depositarios de la fuerza dinámica del mensaje, que tiende a la expansión y a crecer en la virtualidad, a medida que son más los que gozan de él.

Hemos sido destinados a difundir el Reino del Señor; se ésa nuestra misión y la razón de ser de nuestra vida; si esa misión no es cumplida por nosotros, estamos de más en la Iglesia de Dios, frustramos los planes de Dios y dejamos nuestra vida hueca y sin sentido.

Finalmente, no nos bastará dar "gratuitamente" lo que "gratuitamente" hemos recibido, sino que sea necesario que lo demos en abundancia, con generosa entrega, sin regateos, a manos llenas y corazón pleno, pues en las cosas de Dios no es posible mezquinar ni mezquinarse.

"Si nos reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies."

Con modismo típicamente oriental, el Señor habla a sus apóstoles de la conducta que deben observar en el ejercicio de su apostolado.

El evangelista San Lucas es bastante más explicito y baja a mayores detalles.

El saludo cordial consiste en desear la paz. San Lucas escribe:
"En cualquier casa que entren, digan primero: la paz sea con esta casa".

En el concepto semita la paz es termino que expresa todo tipo de bienes espirituales y temporales.

A nivel del Evangelio no basta desear la paz, los bienes tanto espirituales, como temporales; es preciso también procurarla, poniendo de nuestra parte todo cuanto sea necesario para la construcción de la paz y la construcción de esos bienes para nuestro prójimo.

La paz es lo que viene a traer el apóstol. Jesús vino a traerla, según cantaron los ángeles en la gruta del Belén: "Paz a los hombres".

Cuando luego de resucitado se aparecía a sus apóstoles, el saludo que acostumbraba darles era: "La paz esté con ustedes", que hoy ha recogido la liturgia para que los hijos del Padre se saluden mutuamente.

Sin lugar a ninguna duda, el que no trae paz, no puede ser considerado apóstol de Cristo; el que no predica la paz, el que no construye paz, el que no ofrece paz es inútil que se diga y se presente como apóstol de Cristo; es lobo rapaz disfrazado con piel de oveja. "Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces" (Mt 7,15).

Vivencia:

Cada vez que celebro la Eucaristía, debo renovar mis ansias de paz conmigo mismo y para con los que me rodean.

La paz es un don de Dios; debo pedirlo con humildad; pero con insistente perseverancia.

Si en estos momentos hay alguien que no tiene paz conmigo, no dejaré pasar el día de hoy sin ir a ofrecérsela.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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