viernes, 17 de abril de 2015

Viernes de la segunda semana de Pascua.

Viernes de la segunda semana de Pascua.

Juan 6,1-15.

"Decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer"

El acontecimiento de la multiplicación de los panes y los peces es constatado repetidamente en el Evangelio, ya porque fueron al menos dos veces las que el Señor realizó ese milagro, ya por el notable impresión que ese milagro produjo en aquella gente.

Jesús no se preocupa exclusivamente de las necesidades espirituales de los que le siguen; también atiende las necesidades de orden material; así en la oportunidad que nos narra el Evangelio de hoy "al levantar los ojos, Jesús vio una gran multitud que acudía a él", conoció que era gente necesitadas y en el acto determinó realizar un maravilloso milagro, a fin de subvenir a aquella necesidad y darles de comer; y así multiplica milagrosamente aquellos panes y aquellos peces que llevaba consigo un muchacho.

Jesús quiere probar al apóstol Felipe y por eso, "para ponerlo a prueba", le pregunta: "¿Dónde compraremos panes para darles de comer?"

Dios a veces nos pone en circunstancias de prueba; la tentación tiene doble sentido: incitación al pecado -y en este sentido tienta el demonio, que siempre nos induce al mal- también el sentido de prueba o purificación; Dios permite que seamos tentados para que le podamos demostrar que lo amamos de verdad.

"Éste, es, verdaderamente, el Profeta que iba a venir al mundo."

Los que comieron del pan milagroso que Jesús le ofreció, le conocieron como el Mesías y quisieron proclamarlo rey; pero Jesucristo no quiso recibir el homenaje de la multitud agradecida y así se retiró solo al monte a orar.

En el ejercicio de nuestro apostolado permitirá a veces Dios que nuestras palabras sean bien recibidas y aun que nuestra misma persona sea aceptada como enviada de Dios.

El elogio nos agrada, lo creemos y lo aceptamos como facilidad. A pesar de nuestra rectitud de intención y de nuestro deseo de buscar exclusivamente la gloria de Dios, sentimos satisfacción cuando nos vemos aceptados y elogiados, cuando los que nos rodean nos hacer sentir su gratitud.

Esto es un peligro para nosotros, pues fácilmente puede surgir en nuestro interior sentimientos de vanidad, cuando no de verdadero orgullo.

No perdamos de vista ni un solo momento que todo lo bueno que hay en nosotros, o que por nosotros se realiza, es debido a Dios, a la acción de Dios en nosotros y nosotros no nos lo podemos apropiar.

Vivencia.

Cuando Dios permite que seas probado con alguna tentación, no te angusties; recuerda que a Tobías le fue enviado el arcángel Rafael "para ponerlo en prueba" (Tob 12,13) y que las contradicciones y las tentaciones son también para ti una verdadera prueba de Dios. El oro se purifica con el fuego con el crisol; el fuego que se hace desprende de tu vida la escoria de las imperfecciones es la tentación; no debes desear ser tentado, pero no debes angustiarte, si lo eres; en el Padrenuestro no le pedimos a Dios que no seamos tentado, sino que "no nos deje caer en la tentación." Cada vez que seas tentado, haz un acto de amor a Dios; es la mejor forma de rechazar la tentación.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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