jueves, 2 de abril de 2015

Jueves Santo.

Jueves Santo. Autor: Padre Alberto Martín Jiménez Fuente: Palabra de Dios, editorial ltp.org En este día, Cristo nos deja la prueba más grande de s

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Jueves Santo.

Autor: Padre Alberto Martín Jiménez
Fuente: Palabra de Dios, editorial ltp.org

En este día, Cristo nos deja la prueba más grande de su amor. En el instante mismo en que Judas ya había planeado su entrega y que Jesús lo sabia con claridad, pues su se los manifestó a sus apóstoles, en ese mismo momento planeó la manera de quedarse para siempre con nosotros. Sabia que su presencia en medio de la Iglesia que estaba por nacer era lo esencial, y lo hace recordando (como judío era) la noche en a que Dios liberó a su pueblo de una esclavitud espantosa. Sólo Dios, que conocía perfectamente su obra, era capaz de semejante hazaña. Sabia perfectamente que la humanidad sin su apoyo estaría invisiblemente perdida; por eso se da a la tarea de encontrar un camino para permanecer por siempre con nosotros.

La noche del Jueves Santo es la noche de la eucaristía por excelencia; podríamos decir que es "eucaristía madre" de toda la Iglesia, aunque teológicamente todas las eucaristías son iguales en su valor. En la preparación a la pascua judía; la liturgia de hoy nos prepara a la celebración de la Pascua definitiva: la entrada al octavo día de la creación y a la eternidad de Dios que resucita a Jesús. La cena pascual de Jesús con sus discípulos se dan en un ambiente de servicio: antes de partir el pan, Jesús afirma su presencia en medio de ellos "como el que sirve". Lo hace desempeñando una función propia de los esclavos: lava los pies de sus acompañantes, aun de quien lo traicionaría esa misma noche. En el mismo contexto, reafirmar el amor con un mandamiento nuevo: amarse los unos con los otros. Por ello, los apóstoles no tuvieron problema de tender la caridad y el servicio, pues los habían experimentado directamente de Jesús.

En este testamento de amor y servicio, Jesús pide que continuemos haciendo lo mismo en memoria suya. Y desde entonces, como Iglesia hemos cumplido este mandato de Jesús; nos reunimos a celebrar de la eucaristía, a dar gracias a Dios por los dones de la tierra, por la creación entera, a escuchar la historia de nuestra propia vida y a compartir en santa comunión con los hermanos y hermanas que formamos esta comunidad llama Iglesia, cuerpo de Cristo.

A la par, Jesús instituye el sacerdocio al servicio de la misma Iglesia. Pide que los apóstoles residan esa cena que nos daría identidad como cristianos y por la cual seremos reconocidos. Al instituir la eucaristía y al ofrecer un mandamiento nuevo, Jesús los presenta con el contexto de la caridad, la acción de gracias y el servicio a los demás. Esos tres elementos se conjugan en la liturgia de hoy.

Bendecimos el pan que compartiremos con los pobres, no sólo sino a lo largo del año; procesaremos con el santísimo sacramento para recordar que somos Iglesia peregrina que está en pie y lista para seguir a su maestro; adoramos a Jesús presente en el pan, sin olvidar que también está presente en cada persona que forma parte de nuestra comunidad. La liturgia y el espíritu del día nos llevan al ayuno como una forma de preparación, este dios nos alimentamos del pan que da la vida, para así llevar a Jesús a los demás durante el resto del año.

El Jueves Santo debe ser para nosotros un memorial perpetuo que nos recuerde el gran amor de Jesús por la humanidad y el compromiso ineludible que esto debe significar para cada uno de nosotros: corresponder a ese amor y de trabajar para que todo el mundo y en cada corazón se le ame de verdad, poniendo en practica sus palabras y ejemplo.

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