miércoles, 22 de abril de 2015

Miércoles de la tercera semana de Pascua.

Miércoles de la tercera semana de Pascua. Juan 6,35-40 "He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado." Po

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Miércoles de la tercera semana de Pascua.

Juan 6,35-40

"He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado."

Pocas cosas hay en el Evangelio que el Señor repita con tanta insistencia como está de que ha viajado del cielo para hacer la voluntad del Padre que lo ha enviado.

Ya Isaías, hablando del Mesías, el Siervo de Yavé, afirma que "lo que agrada al Señor, se cumplirá con su mano" (Is 53,10).

Al hacer su oración en el huerto, le dice al Padre: "Padre mío, si es posible, que pase lejos de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad , si no la tuya" (Mt 26,39). Jesús experimenta con toda su fuerza el miedo que la muerte inspira al hombre; siente y expresa el deseo natural de librarse de ella, pero sobre todo este deseo acepta plenamente la voluntad del Padre y así tres veces repite la misma oración y otras tantas expresa la aceptación de la voluntad del Padre: "Que se haga tu voluntad " (v. 42).

En otra ocasión Jesús dijo a sus apóstoles: "Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo su obra" (Jn 4,34).

¡Qué buen programa para tu espiritualidad! Dejar que el Padre celestial lleve a cabo su obra en ti; porque ciertamente el Padre tiene el plan y el proyecto de realizar en ti la obra de tu santificación, quiere posesionarte por su Espíritu; y ¡qué cosas tan santas surgirán de esa posesión!

Santa Teresita del Niño Jesús escribió: "¡Qué cosas tan hermosas haría Dios en las almas, si las almas se dejaran hacer!"

¡Dejar hacer! ¡Dejar que el Espíritu de Dios haga en nosotros! Pareciera que nosotros preferimos hacer, sentir, que somos nosotros los que hacemos, que todo se debe a nuestro esfuerzo y personal dedicación y todo lo planeamos así, casi sin tener en cuenta la acción del Espíritu Santo.

En cambio si nosotros pusiéramos como blanda cera en las manos del divino Artífice... "Como está la arcilla en las manos del alfarero, que dispone de ella según la voluntad, así están los hombres en la manos de su Creador" (Ecli 33,13), el Espíritu Santo nos moldearía según la imagen de Jesús.

Vivencia.

Al rezar el Padrenuestro, le pedimos al Señor que se haga su voluntad; así como los ángeles cumplen la voluntad de Dios en el cielo, que nosotros los hombres la cumplamos en la tierra. Acostúmbrate a rezar con las mismas disposiciones con las que rezó Jesús, pidiendo que se cumpliera la voluntad del Padre celestial. Que todas tus oraciones y peticiones terminen con aquella disposición interior de Tobías: "Trátame ahora como mejor te parezca" (Tob 3,6) y que con frecuencia te dirijas al Señor y le expreses tu oración con las palabras del salmista: "Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios" (Sal 143,10) "Dios mío, aquí vengo para hacer tu voluntad" (Heb 7)

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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