sábado, 6 de junio de 2015

Sábado de la novena semana.

Sábado de la novena semana. Marcos 12,38-44 "Fingen hacer largas oraciones." Los escribas y fariseos ocultaban sus intensiones; no eran sinceros; s

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Sábado de la novena semana.

Marcos 12,38-44

"Fingen hacer largas oraciones."

Los escribas y fariseos ocultaban sus intensiones; no eran sinceros; simulaban lo que no eran; y para ello empleaban incluso las oraciones rituales.

Quiere con esto recordarnos el Señor que la santidad no consistirá precisamente en las oraciones que hagamos, sino en el espíritu con que las hagamos.

Nadie pretende deducir de estas palabras del Señor una afirmación que subestime la oración; no es solo lo que el Maestro nos quiere enseñar; es otra intención.

La oración es necesaria, es imprescindible; lo ha repetido hasta el cansancio Jesús; pero quiere decirnos que si la oración no va informada con un autentico espíritu de ofrenda al Padre, si solamente se reduce a la recitación material de unas formulas, sin que el corazón corresponda a lo que los labios pronuncien, en ese caso la oración es falsa.

¿Cómo es mi oración? ¿Suficientemente larga?

¿Suficientemente atenta? ¿Suficientemente llena del espíritu?

"Dios todo lo que poseía."

La lectura del Evangelio ofrece una contraste muy claro entre las obras de los escribas y fariseos y la obra sencilla, humilde e insignificante de la viuda; ellos para ser vistos; ésta trata de pasar inadvertida; ellos se enriquecen incluso devorando los bienes que las viudas ofrecen para el culto; ésta se empobrece. Ofreciendo para el culto todo lo que tenía.

La contribución al culto puede hacerse ofreciéndole lo que a uno le sobre, o despojándose más bien, aun a costa de sacrificios, de lo más necesario para vivir.

¡Qué distinto nivel de generosidad y, por lo mismo, de amor!

Lo que pesa en la ofrenda que se presenta a Dios, no es lo material, sino la espiritualidad del que ofrece lo material. Dicho con las palabras de San Juan de la Cruz: "Dios no mira lo que le ofrecemos, sino el amor con que se lo ofrecemos".

A ejemplo del Señor, que se nos dio todo entero, nosotros debemos darnos íntegros, sin reservaciones nada para con nosotros mismos. Eso es, precisamente, una congregación: una entrega total, absoluta, sin excepciones, ni limitaciones de ninguna clase.

Vivencia:

No debo espaciar mucho los exámenes de mi vida de entrega al Señor, para constatar si en realidad es Él el que me manda en mi vida, o soy yo el que busca las propias complacencias.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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