martes, 9 de junio de 2015

Martes de la undécima semana.

Martes de la undécima semana. Mateo 5,43-48 "Amen a sus enemigos....así serán hijos del Padre que está en los cielos." En la antigua ley se manda e

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Martes de la undécima semana.

Mateo 5,43-48

"Amen a sus enemigos....así serán hijos del Padre que está en los cielos."

En la antigua ley se manda el amor al prójimo (Lev 19,18); pero este prójimo no es el ser humano, sino solamente el miembro de la comunidad de Israel; es decir que, para los judíos, prójimo era el de la misma raza nación.

"Odiarás a tu enemigo" equivale a "no tener por qué amar a tu enemigo"; la naturaleza del lenguaje del original arameo en que fue escrito el primer Evangelio de San Mateo explica esa dureza de expresión.

Sin embargo, en la practica de nuestras vidas, ¡quién sabe si nos contentamos con el precepto hebraico solamente! Quizá nos satisface el mero hecho de no odiar, de no querer mal, de no hacer mal; y todo es muy negativo; y el precepto del amor que Jesús nos impuso es sumamente positivo.

En ese caso estaríamos fuera de la ley del Evangelio.

Porque, para el cristiano, la noción de prójimo es universal; si todo hombre es un hijo de Dios, o al menos está llamado a serlo, tiene vocación para esa divina filiación; es de hecho un hermano nuestro; siendo hermano, es nuestro prójimo.

Es verdad que entre los hermanos, entre esos prójimos, se encuentran quienes no nos quieren, incluso, quienes nos molestan......Aun esos son nuestros prójimos.

Por eso, el Señor Jesús detalla la proyección de este amor al prójimo, cuando explicita, que debemos amar a los que nos odian y persiguen, nos calumnian y están dispuestos a hacernos todo el mal que puedan.

En nuestro corazón hemos de fomentar el amor a nuestros enemigos, no excluyéndolos de las nuestras externas de respeto en nuestras conversaciones, en nuestro trato y sobre todo en nuestras oraciones por ellos.

"Sean perfectos, como es perfecto el Padre que está en el cielo."

Esa magnanimidad de corazón, que supone el amor a los propios enemigos, será un fruto, al que una manifestación de que somos verdaderamente hijos de Dios.

Por eso advierte el Señor que ésa es la forma por la que los demás reconocerán en nosotros la divina afiliación.

La bondad de Dios es esencial y con ella abarca y ama a todos los hombres y a todos los beneficia con los dones naturales y sobrenaturales: para todos sale el sol, a todos se les ofrece la gracia divina.

Al imitar esta actitud del Padre celestial, el cristiano participa de su bondad infinita.

Este es el espíritu filial que hace posible al cristiano el descubrimiento de un hermano, incluso en aquel que lo persigue.

Jesús nos propone al Padre como norma de toda perfección.

Nos exige una constante tensión hacia el Padre, para imitarlo en su santidad; una permanente esfuerzo por vivir en nosotros la misma vida del Padre, que nos haga realmente hijos, de la misma naturaleza que Él, con su misma bondad, con su misma santidad y perfección.

Vivencia:

Al terminar este capitulo, expone San Mateo los distintos casos en los que Cristo ha perfeccionado la ley; nada más oportuno, por lo tanto, que exclamar con el Señor: "Sean perfectos, como es perfecto el Padre que está en los cielos".

Para mí, no será suficiente hacer el bien.

Siempre deberá estar en reunión sobre si voy haciendo mejor el bien que realizo. Esto es tender a la perfección: no contentarse con el bien hecho, sino hacer mayor bien y hacerlo bien.

Si no a mí me preguntaran en qué consiste hacer mejor el bien que realizo, ¿cómo respondería?

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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