"Den al Cesar lo que es del Cesar; y a Dios, lo que es de Dios."
No debe interpretarse este texto bíblico como significado que los mundos de la política y de la religión sean esferas separadas, cada uno con sus principios incompatibles y aun apuestos.
Podremos hablar de autonomía de los valores temporales, pero nunca de oposición de los mismos a las exigencias del Reino de Dios.
Todo debe ser orientado al Reino de Dios; el cristiano no puede establecer una norma para lo eterno y la otra para lo temporal.
Claramente advierte con severidad el Concilio:
"Pero si autonomía de lo temporal, quiere decir, que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia del Creador, no hay creyente alguno, al que se le escape la falsedad envuelta en tales palabras."
El hombre forma e integra en sí una sola persona, un solo Yo, que es el que está llamado al Reino de Dios y a construir ese Reino de justicia y amor y paz en el tiempo, como un signo de la eternidad.
Vivencia:
Me voy a esforzar por huir del peligro de pensar, que a Dios solamente puedo ir a través de las cosas estrictamente espirituales.
Más bien, pondré todo mi cuidado en espiritualizar las cosas pasajeras, temporales y de orden material, no destruyendo su naturaleza de tales, sino inyectándoles la orientación del Señor.
Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.
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