martes, 16 de junio de 2015

Martes de la duodécima semana......

Martes de la duodécima semana. Mateo 7, 6.12-14. "No den las cosas sagradas a los perros." Los manjares sagrados, los alimentos, que fueron santifi

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Martes de la duodécima semana.

Mateo 7, 6.12-14.

"No den las cosas sagradas a los perros."

Los manjares sagrados, los alimentos, que fueron santificados por haber sido expuestos en el sacrificio del Templo, no pueden destinarse a usos profanos, como el ser devorados por los animales.

Así también, las cosas de Dios son santas y santificadoras; para entenderlas y para vivirlas, es necesario estar en disposición de recibirlas. El santo y precioso mensaje del Señor no ha de proponerse a gente incapaz de recibirlo bien y de vivirlo en plenitud.

Dios quiere la salvación de todos y a todos alarga la mano, para su salvación y santificación; pero ese gesto salvador de Dios puede resultar ineficaz si nosotros no nos aprovechamos de él, perdiéndonos fuertemente de esa mano redentora.

¡Cuántas inspiraciones del Espíritu de Dios, ordenadas a santificarnos, acercándonos más a Dios, caen el vacío y no hayan en nosotros eco suficiente y, por consiguiente, el esfuerzo del Espíritu no alcanza lo que pretende! ¡Y quién sabe si el mismo Espíritu de Dios dejaría caer en nosotros mayores gracias si fuéramos capaces de comprenderlas, aceptarlas y vivirlas!

"Es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida."

La puerta es Cristo; así nos afirma Él mismo en el Evangelio: "Yo soy la puerta; el que entra por mí se salvará" (Jn 10,7-9). Sin él no se entra en la Vida.

Él también nos ha dicho que es el Camino: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6) y por que ese camino también es estrecho y difícil; Él recorrió ese camino; fue al Padre por el sacrificio, por la humillación, por la persecución, por el desprecio, por la pasión y la muerte. Ese es el camino, que Él recorrió; comino difícil y áspero, desembocó en la puerta no menos áspera y difícil.

Por eso, nosotros, que somos sus discípulos, no podemos esperar seguir otro camino, ya que en Él es el único camino que conduce al Padre.

El sufrimiento, la cruz, el sacrificio redentor conserva hoy, como ayer, todo su valor, para fundamentar el Reino de Dios; como también conservan su valor en el esfuerzo de nuestra propia purificación y como medio para nuestra propia santificación y para la redención de la humanidad.

El camino que nos muestra el Señor es áspero, pues nos exige la renuncia de muchas cosas agradables a la humana naturaleza y a las que estamos inclinados, aun legítimamente. Si para entrar por una puerta baja y estrecha, es preciso inclinarse, hacerse más pequeño de lo que uno es naturalmente, para entrar en el Reino los cielos, en la perfección de la vida espiritual, deberá negarse incluso lo que es natural y aun legitimo.

Vivencia.

No basta abrazarse en el sacrificio, que supone el cumplimiento del deber; ésa es la base; pero luego, nuestro amor a Dios, nuestro deseo de alcanzar la propia purificación y de contribuir a la redención de la humanidad, nos Irán indicando nuestra mayor o menor entrega.

No nos olvidemos de que Dios necesita de personas que hagan de su vida entera una ofrenda.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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