miércoles, 14 de octubre de 2015

Miércoles de la vigésima octava semana

Miércoles de la vigésima octava semana. Lucas 11,42-46 "Ay de ustedes los fariseos...Ay también de ustedes doctores de la ley..." Las censuras que

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Miércoles de la vigésima octava semana.

Lucas 11,42-46

"Ay de ustedes los fariseos...Ay también de ustedes doctores de la ley..."

Las censuras que Jesús había expresado en el Evangelio anterior, ahora las especifica y concretiza más y más; Jesús nunca amonesta, si no es en orden a conseguir la conversión; no tengas la mala costumbre de pensar que cuando Dios te permite alguna contrariedad o adversidad es porque quiere castigarte; en verdad Dios castiga en la otra vida y el algunas ocasiones también en ésta, pero ordinariamente cuando Dios te amonesta o te contraria, más que por castigo es como una prueba y como estimulo, para que te conviertas.

El Señor siempre busca tu bien. "Sabemos, además, que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman" (Rom 8,28)/

Las represiones de Jesús a los fariseos se ordenan a descubrir su maldad, que se disimulaba con apariencias de bondad y las apariencias sin realidad no son agradables a Dios nuestro Señor.

El pecado de los fariseos está en poner empeño escrupuloso en las normas insignificativas, mientras desprecian lo esencial; en querer aparecer como irreprochables, para ser honrados y estimados como piadosos.

El discípulo de Jesús, en cambio, debe valorar las cosas según su importancia. No debe despreciar lo pequeño por ser pequeño, pero debe centrar su esfuerzo en lo fundamental; la justicia, el amor a Dios, el amor al hermano.

"Descuidan la justicia y el amor a Dios". Ya el profeta Miqueas encontramos la represión al pueblo por posponer la justicia y la caridad a la santidad legan exterior: "Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y que exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios" (6,8).

El pecado del escriba, del especialista en la Ley, está en crutar la Ley día y noche, para descubrir a los hombres lo que deben hacer, pero no cumplirlo él, ni ayudar a cumplirlo a los débiles.

Nada hay que dé al hombre un sentimiento de superioridad sobre los demás como el manipular sus conciencias, era eso precisamente lo que hacías los fariseos y de los se vanagloriaba, imponiendo la observancia de innumerables preceptos, que afectaban lo exterior de la Ley, pero no penetraban en su interior. Se apoderaron de la "llave de la conciencia religiosa"; sólo ellos dictaminaban lo que debía de ser y lo que se debía hacer o emitir, hasta el punto que daban más valor a los dichos y cuerpo de doctrina de sus doctores que a los mismos Libros sagrados y era tal ascendiente que tenia ante el pueblo sencillo que "no entraban ellos, ni dejaban entrar" al pueblo en el Reino.

La salvación no está en saber mucho sino en cumplir lo que se sabe; no en echar cargas sobre los hombros de los demás sino en ayudar a los "pobres" a llevar su propia carga.

Vivencia.

"Descuidan la justicia y el amor a Dios".

El sentido de la "justicia" es el de la santidad; por cierto que esa santidad bíblica supone y lleva consigo el sentido moderno de justicia social, pero no se limita a él; el justo para la Biblia es aquel que es santo, que cumple antes que nada con sus deberes religiosos para con Dios y para con el prójimo; por eso el Señor Jesús une aquí la justicia con el amor de Dios. Solamente el que de veras ama a Dios y al prójimo es el verdaderamente justo en toda la amplitud del concepto bíblico es el que ama a Dios y al prójimo. No te ilusiones de que amas al prójimo, si no eres justo con él, pero justo en el ámbito evangélico y no meramente social, y no te ilusiones de que amas en espíritu y en verdad al Padre celestial, si no eres verdaderamente santo.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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