martes, 27 de octubre de 2015

Martes de la trigésima semana

Martes de la trigésima semana. Lucas 13,18-21 "El Reino de Dios se parece a un grano de mostaza." Si bien es San Mateo el que nos trae las principa

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Martes de la trigésima semana.

Lucas 13,18-21

"El Reino de Dios se parece a un grano de mostaza."

Si bien es San Mateo el que nos trae las principales parábolas que se refieren "al Reino de los cielos", no obstante también San Lucas nos habla del "Reino de Dios".

Así nos trae la Parábola de la mostaza, diciéndonos que así como la mostaza es una semilla sumamente pequeña, pero que luego al germinar se convierte en uno de los más grandes y voluminosos arbustos, alcanzando hasta una altura de cerca de cuatro metros, así también el Reino de Dios comienzos sumamente sencillos y escondidos, humildes y al parecer insignificantes y sin relieves, pero luego el Reino de Dios se va extendiendo poco a poco, ya en el corazón de cada hombre, ya en la misma sociedad, y se hace universal y glorioso, acogiendo en si los hombres de todas las regiones y culturas.

El Reino de Dios está lleno a ser en ti mismo un Reino consolidado y fuerte, amplio y extenso; las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo se te dieron en el bautismo, aunque solamente en germen; con la oración y la catequesis comenzaron a desarrollarse y a adquirir consistencia con tu primera Comunión y con la Confirmación.

A medida que has ido desarrollando tu vida sacramental, era de esperar que el Reino de Dios se fuera consolidando y expandiendo en ti por medio de la practica de las diversas virtudes.

Y has llegado hasta el momento presente de tu vida y es ahora cuando tienes que preguntarte y examinarte sobre el ahora el desarrollo que ese Reino de Dios ha alcanzado en ti y sobre los proyectos y propósitos que tienes y las metas que te has trazado para tu porvenir.

"El Reino de Dios se parece a la levadura."

Con el Reino de Dios ocurre también como con la levadura; es apenas un puñado que se introduce en la totalidad de la masa y la hace levantar.

El Reino de Dios tiene en sí una fuerza y un vigor que transforma al hombre en el cual se le da cabida y al mundo entero si lo acepta.

La acción del Reino de Dios es una acción transformante, aunque su expansión sea lenta y a veces oculta, visible solamente con los ojos de la fe.

El Reino de Dios triunfa del mal, de la soberbia en el corazón del hombre y de los egoísmos e injusticias en el corazón de la sociedad y todo esto a pesar de las dificultades que encuentra y de los poderes malignos que se le oponen.

Así como la levadura, una vez añadida, transforma inevitablemente la masa, así el Reino de Dios levanta toda la vida, la transforma, le da eficiencia, la orienta. No debes impedir en ti la fuerza del Reino de Dios, la vitalidad de Dios, la vitalidad del Evangelio, que todo lo va fermentando en Jesucristo.

Vivencia:

Tú debes ser esa fuerza transformadora del mundo; el Reino de Dios tiene en sí mismo un fuerte vigor para desarrollarse y extenderse; bien lo ha aprobado la historia: todas las naciones de todas la razas se han abierto a la influencia del Reino de Dios; pero el Reino necesita de tus esfuerzos, de tu dedicación, de tu oración personal en ese empeño por fermentar de Evangelio todos los ambientes.

Así serás tú levadura en la masa, así vertebrarás cristiandad, así fermentarás del Evangelio los ambientes en los que te hallas inmerso; es de los cuales ni puedes, ni debes, separarte, porque los que configuran tu propia vida y propia actuar; esos ambientes dentro de los cuales debes estar, no para dejarte absorber por ellos, sino para elevarlos y vivificarlos desde dentro con los principios y valores del Evangelio.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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