miércoles, 21 de octubre de 2015

Miércoles de la vigésima novena semana

Miércoles de la vigésima novena semana. Lucas 12,39-48 "A quien se le dio mucho, se le pedirá mucho." Con las primeras palabras de este texto evang

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Miércoles de la vigésima novena semana.

Lucas 12,39-48

"A quien se le dio mucho, se le pedirá mucho."

Con las primeras palabras de este texto evangélico se nos vuelve a repetir la lección dada en el Evangelio anterior y que se puede resumir en esa afirmación del divino Maestro: "También ustedes estén preparados porque el Hijo del Hombre llegará a la hora menos pensada."

La preparación que se recomienda no consiste solamente en la vigilancia, sino el cumplimiento constante del deber; por eso habla luego Jesús del "administrador fiel y previsor", imagen nueva que inculca la fidelidad en el servicio más que la vigilancia.

Con estas últimas palabras pretende el Señor llamar la atención de todos, pero de un modo particular de quienes, por haber recibido gracias y dones especiales, deben de recordar de continuo que todo cuanto recibieron no lo han recaído porque lo consideren como propio, sino algo que deben administrar en provecho de la comunidad.

La idea de este pasaje evangélico apunta a los dirigentes de la comunidad cristiana, sobre los que pesa una gran responsabilidad. Los mismos representantes de Dios, que son por Él más amados, sufrirán más, si no corresponden a las gracias que se les otorgan para el cumplimiento de su misión apostólica.

Por eso añade el Señor: "a quien se le dio mucho, se le pedirá mucho."

Lo que Dios te ha dado, no te lo ha dado como un elemento decorativo de tu personalidad; te lo ha dado como un elemento de trabajo, como un factor de perfeccionamiento, como un medio para mejor ejercer el apostolado; Dios ha puesto en tus manos la antorcha de tus cualidades y talentos, no para que los levantes en alto, a fin de que los demás puedan admirar el pedestal de la misma, sino para que caminando siempre adelante y llevando en alto la antorcha, puedes iluminar el camino de los que siguen detrás de ti.

¿Qué has hecho hasta el presente con esa antorcha y es luz de tus talentos? ¿La has sepultado bajo las cenizas? ¿Te has dedicado a reposar, admirando con deleite tu propia luz? ¿Ha permanecido tu voluntad inactiva, sin ponerla al servicio de la luz de la fe?

Es muy conveniente que apliques este Evangelio a ti mismo.

Dice el Señor: "A quien mucho se le dio, se le pedirá mucho."

El Señor te ha distinguido de entre el común de os hombres, dándote la vocación a la fe y de entre el común de los cristianos, dándote la vocación a tal o cual apostolado en concreto.

Realmente Dios te ha dado mucho, luego tú no puedes contentarte con una vida vulgar, con una virtud común y sin relieves; no puedes llevar una vida cristiana en que únicamente se evita el pecado mortal, considerando el pecado venial como delicadezas reservas para otros; tú tienes que aspirar a una perfección no común, ya que las gracias recibidas no han sido comunes.

Vivencia.

Dios da a todos los hombres las gracias necesarias para salvarse, porque Dios quiere que todos los hombre se salven: "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1Tim2,4) y esto es porque Dios ama a todos los hombres sin distinción. Pero no da a todos las mismas gracias, a unos da más, a otros menos, según su voluntad, es decir, según su amor, según podemos ver en numerosas parábolas del Evangelio.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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