viernes, 17 de julio de 2015

Viernes de la decimoquinta semana

Viernes de la decimoquinta semana. Mateo 12,1-8 "Aquí hay alguien más grande que el Templo" Para un judío de la época de Jesucristo nada había en e

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Viernes de la decimoquinta semana.

Mateo 12,1-8

"Aquí hay alguien más grande que el Templo"

Para un judío de la época de Jesucristo nada había en el mundo más grande que el Templo de Jerusalén. Para los judíos el Templo era el símbolo de conjunto de tradiciones y prescripciones de orden religioso y patrio; era, en cierto sentido, la nación misma.

Viene Jesús y dice que el Templo, con todo lo que él significaba, no era el todo y no siquiera lo mejor.

Que hay algo más y mejor que el Templo, que la observancia externa y estricta de los preceptos levíticos y rituales.

Indudablemente que debemos saber interpretar acertadamente las palabras del Seno, como a continuación trataremos de hacer; pero también es cierto que la enseñanza básica de Jesús es que el espíritu es mejor letra, que el amor con el que se cumple la ley es superior a la ley misma, que no es la ley la que por sí santifica, sino el alma que ponemos la ley.

"Misericordia quiero y no sacrificios."

Al decir Jesús que no había algo que era superior al Templo y con esas palabras referirse a sí mismo daba a entender que era Él verdadero Dios, superior a cuanto los hombres pudieran hacer y organizar.

Claramente da a entender el Señor que la prescripción sabática no había de tener en su nueva ley la vigencia absoluta del DIA sábado, afirmando que Él serraba sobre el sábado y no viceversa. Una nueva afirmación de los sinópticos de la divinidad de Jesucristo.

Ahora nos dice que prefiere la misericordia a los sacrificios, forma sinóptica de repetir que es el espíritu y no la letra de la ley que santifica y agrada al Padre.

El Espíritu está sobre las instituciones y estructuras.... tanto en la Iglesia en general como en la vida religiosa o sacerdotal en particular; si el bien el Espíritu de Dios impulsa al respeto y acatamiento de las mismas en cuanto éstas pueden facilitar y favorecer la acción de Espíritu.

Era, por tanto, preciso que el Señor ratificara la supremacía del espíritu por una parte y devolviera a la ley su primitiva pureza por otra.

"Misericordia quiero y no sacrificios"; con este texto, que el Señor toma del Profeta Oseas, les echa en cara a los fariseos su poca caridad para con el prójimo.

Dios prefiere la misericordia a los sacrificios, es decir, los sentimientos de un corazón sincero y compasivo a la practica meramente externa y ritualista de los preceptos de la ley.

Vivencia.

Hay un tipo de cristianismo negativo que no mira sino las prohibiciones; una forma de vivir el Evangelio, que produce el temor y no la confianza; no es esa la forma que place el Señor; ni las prescripciones de la vida religiosa se deben vivir en este tono, sino con el alma abierta a la esperanza, que es fruto del amor.
Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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