viernes, 4 de septiembre de 2015

Viernes de la vigésima segunda semana

Viernes de la vigésima segunda semana. Lucas 5,33-39 "Los discípulos de aun frecuentemente." Siempre fue el ayuno corporal considerado como un medi

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Viernes de la vigésima segunda semana.

Lucas 5,33-39

"Los discípulos de aun frecuentemente."

Siempre fue el ayuno corporal considerado como un medio de purificación espiritual. Ya en Esdras leemos: "Proclamaré un ayuno, para humillarnos delante de nuestro Dios" (1 Esd 8,21).

Y Jesús dice en el Nuevo Testamento que hay cierta clase de demonios que no se expulsa "sino con la oración y el ayuno" (Mt 17,21).

Por esos los discípulos de Juan ayunaban frecuentemente y se dedicaban a la oración.

Dos cosas que también tú debes hacer y con frecuencia: ayunar y orar.

Ayunar: en nuestros días de regalo y comodidad hablar de ayuno y la penitencia, mencionar sacrificio, suena a ideas trasnochadas y ya obsoletas y pasadas de moda; sin embargo la ley de la cruz y del vencimiento propio, la ley de la privación de los gustos y, en particular, la ley del ayuno siempre resulta actualizada, porque siempre el hombre necesita de purificación; el hecho de privarse de los gustos de la gula y aun de la alimentación, para poderse dedicar con mejor preparación a la meditación de las cosas de Dios, siempre resulta actual y en extremo convincente.

Orar: El ayuno es como una preparación y una disposición de tu espíritu a fin de que más fácilmente puedes dedicarte a la oración.

Solamente en la oración es donde hallarás la orientación para tu vida; solamente en la oración encontrarás la fuerza que necesitas para vivir en plenitud tu vida espiritual.

Si los discípulos de Juan el Bautista se dedicaban con frecuencia a la oración, ¿qué decir de lo que deben hacer los discípulos de Jesús? Si a los discípulos de Juan se los distinguía y caracterizaban sus practicas de ayuno y de oración, a los discípulos de Jesús también con mayor razón se los debe distinguir por la practica de una oración constante y fervorosa.

"El vino nuevo debe echarse en odres nuevos."

Jesús ha venido a traer al hombre de una Vida nueva: la Vida nueva de la gracia, y esa Vida requiere y hace un hombre nuevo, con nueva mentalidad, con nuevos criterios, con una nueva escala de valores, con un nuevo modo de ver y de juzgar todas las cosas y acontecimientos.

Ha venido Jesús a destruir a todo lo viejo, en particular al hombre viejo del pecado, destruyendo el pecado mismo, que es lo que avejente y lo acerca a la muerte; Jesús nos trae el hombre nuevo con un nuevo sentido de vida.

Ese vino nuevo, ese hombre nuevo que se forma en Cristo, "debe echarse en odres nuevos", es decir, opone un cambio total y profundo, una verdadera metánoia o conversión al nuevo régimen y al nuevo sistema de vida.

San Pablo aconseja a los primeros cristianos" "Así como Cristo Resucitó por la Gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva" (Rom 6,4); es la vida nueva del espíritu y de la virtud en contraposición a la vieja del pecado y de la materia.

Más explícitamente aun nos clara el apóstol que "el que viene en Cristos una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, aun ser nuevo se ha hecho presente" (2 Cor 5,17).

Dios había creado todas las cosas por Jesucristo; luego el pecado desordenó lo creado por Dios y así Dios volvió a ordenar todo, recreando todas las cosas por Jesucristo. El centro de esta "nueva creación" es el "hombre nuevo", creado en Jesucristo para una vida nueva de justicia y santidad.

Este "hombre nuevo" (Ef 2,15) es el prototipo de la nueva humanidad recreada por Dios en la Persona de Jesucristo Resucitado, después de haber dado muerte en Él sobre la cruz al viejo Adán corrompido por el pecado.

Vivencia.

No te contentes con lo que eres; Jesús se ha propuesto un ideal sublime: "Sean perfectos como es perfecto el Padre que está en los cielos" (Mt 5,48). Y te presento las palabras del apóstol Santiago, rogándole las tengas como dirigidas a ti: "Alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de pruebas, sabiendo que la fe, al ser probada, produce la paciencia; y la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que ustedes lleguen a la perfección y a la madurez, sin que les falte nada" (Sant 1,2-4).

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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