jueves, 12 de noviembre de 2015

Viernes de la trigésimo segunda semana

Viernes de la trigésimo segunda semana. Lucas 17,26-37 "Llegó el diluvio y los hizo perecer a todos." No se identifican la vida del mundo y la vida

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Viernes de la trigésimo segunda semana.

Lucas 17,26-37

"Llegó el diluvio y los hizo perecer a todos."

No se identifican la vida del mundo y la vida del Reino.

El hombre del mundo se afana por las cosas de este mundo, por los bienes materiales, por los goces y placeres, por la prosperidad; en sus cálculos solamente entra aquello que puede servir algún progreso en el aspecto material o temporal; el hombre del mundo no se preocupa de la salvación, ni de lo que pueda llevar a la salvación; es decir, el hombre del mundo tiene un concepto muy material y muy temporal de la salvación, que más bien se reduce a una mera liberación en los aspecto social.

En cambio el hombre del Reino, sin descuidar el aspecto material, porque el hombre es también cuerpo y es también mundo, pone sus principales valores en lo espiritual, sin lo cual lo material no tendría sentido ni salvación.

La noción de salvación es para el cristiano fundamental para todos sus criterios y valoraciones, nada hay en este mundo que pueda equilibrarse en importancia y trascendencia a la realidad salvífica.

Ninguna cosa material y temporal puede equilibrarse ni con mucho a la gravitación que en la vida del hombre y en su más allá tiene la realidad salvífica; por eso vino el Salvador al mundo, por eso se hizo hombre como nosotros, para salvarnos a todos; es una de las afirmaciones más repetidas en la Sagrada Biblia:

"No hay bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres por el cual podamos salvarnos" (Hch 4,12).

"Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores" (1 Tim 1,15).

"Dios quiere que todos los hombre se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2,4).

Pero indudablemente que el hombre será juzgado por sus obras y que nadie podrás escapar a este juicio sobre la conducta de su vida.

Eres libre; Dios te hizo así; pero eres libres para salvarte o para condenarte; la elección depende de ti, porque ya te he recordado que, por lo que a Dios respecta, "Dios quiere que todos los hombre se salven".

"El que trate de salvar tu vida la perderá y el que la pierda, se conservará".

Desde la venida de Jesús hay una división radical entre los que aceptan y lo siguen, y los que rechazan y lo niegan.

Las palabras de Jesús: "El que trate de salvar su vida la perderá y el que la pierda, la conservará", están haciendo alusión a la doble clase de vida que tenemos: primeramente se refiere a la vida natural, a la vida del cuerpo y se refiere también a la vida del alma, a la vida sobrenatural, la vida eterna.

El significado de estas palabras de Jesús es el siguiente: El que trate de salvar su vida, esto es, que dé satisfacción a todas las inclinaciones de su naturaleza caída, que quiere vivir en toda su amplitud las exigencias del cuerpo y de la carne, la perderá, esto es, caerá en pecado, perderá la vida sobrenatural, perderá el cielo. Pero el que la pierde, esto es, el que sabe mortificar sus apetitos y pasiones, el que sabe refrenar sus ansias de goces y placeres, éste tendrá la verdadera vida por la gracia: vida de que se consumará en el cielo.

Vivencia:

La injusticia que hallamos en el mundo no tiene la última palabra, ni se disuelve en un acto gracioso general e intranscendente. Hay, por el contrario, una última instancia a la que podemos apelar, para que se haga justicia y el amor pueda realizarse. Un amor que destruye la justicia seria injusticia, caricatura del amor. Un amor verdadero es exceso de justicia, superación de la justicia, pero no destrucción de la misma; la justicia siempre debe ser la forma fundamental del amor.

El juicio de Dios es el que pondrá las cosas en su lugar; no tengas, pues, muy en cuenta el juicio de los hombres y atiende más bien a lo que Dios pueda pensar y juzgar de ti.

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Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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